Una vida mejor es posible, se repetía a cada momento, cuando le fallaban las fuerzas como ahora. Una vida mejor es posible y se sentó al borde del contén, frente a la casa. Respiró profundo, cerró los ojos e intentó concentrarse: olvidar era una opción.
Llevaba año y medio intentando conseguirlo. Dos veces transitó las etapas más duras, las de la abstinencia. No recordaba el exacto momento en el que cayó en el hoyo donde todo sentido se pierde, hasta el de la vida. Pero confiaba en él. Estaba convencido que morir era fácil y que su muerte sería un regalo para aquellos que le manipularon hasta convertirlo en lo que era: - una vida mejor es posible – se dijo y miró al cielo. No iba a regalar su vida, no le daría ese gusto a su padre, a la hipócrita sociedad, a los que se enriquecieron con su degradación, a quienes le miraron con asco.
En aquel instante se sentía desesperado, allí sentado miró hacia atrás: la época de la desintoxicación, los días recluido. Los especialistas nunca supieron el por qué, no era necesario, jamás entenderían que se siente ante una hermana violada por su propio padre, las amenazas de muerte que recibió si gestaba algo, su impotencia y debilidad para salvarla. Todavía soñaba con esa mirada asesina tan conocida en los días en que su vida debería ser un cuento infantil. Qué razón tenía hablar de ello si ya ella no regresaría, si nunca sabría cuanto deseaba ayudarla ni de la golpiza que le propinaran por la denuncia.
Si, haber escapado fue lo mejor. Ya no podría lidiar con la cara de inocencia de su madre, con sus ojos, sin que nada importara. Si algún castigo merecía por tanta candidez le llegó con la muerte de su hija, una excepcional joven que tomó el destino en sus manos y la huida de su único hijo. Y su padre, que se lo llevara el infierno.
Estaba decidido a no dejar esta vida, se lo debía a su hermana por su debilidad, por irse por el camino más fácil: el del olvido temporal mezclado a las alucinaciones – una vida mejor es posible – seguía repitiéndose, mientras revive las lágrimas de su hermana por su espalda unidas a las suyas sin encontrar, al menos, una palabra de consuelo. Entonces sus manos lo consolaban, a él, que sólo era un niño inútil. Que dulce sus manos, cuanto ha necesitado esas manos durante los últimos quince años, esas manos de ángel que todo lo curan, ese abrazo de complicidad en la desgracia. Tenía que ser valiente por ella y vivir.
Ya había vencido lo mas difícil. Una vida mejor es posible: cinco palabras que escucho sólo dos meses antes cuando descubrió sus ojos, sus ojos de ángel, la ternura de su hermana. Tenía que luchar, su cuerpo era el enemigo. Respiró profundo nuevamente, una decisión esperaba por él, cuando cruzara la verja y la puerta se abriera llegaría nuevamente al mundo con las lágrimas del primer suspiro y la sonrisa que nunca aprendió. Se levantó despacio dispuesto a asumirlo, rebasó la calle tan lentamente como si transitara del útero a la vagina, abrió la verja y la luz lo atrapó, ya no eran sus pasos, estaba al borde del precipicio.
Regresó al mundo nuevamente, se dio su segunda oportunidad. No fue fácil pero convencido de que olvidar no es una opción, su memoria, como amuleto vivo, lo introdujo poco a poco a la vida entregándole a sus hijos y su hogar. El reencuentro con su hermana ya no le produce tristeza, la siente viva a su alrededor rociando la naturaleza. Todas las mañanas besa los labios de su esposa y sonríe, instintivamente piensa: - tenías razón, una vida mejor es posible.
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