Shemma y Kedabra son amigos, pero no lo son.

Shemma cierra los ojos y ya no hay nada, ni colores ni familia, ni recuerdos ni alegría. En su sentido más amplio, como imagen, no como concepto, nada de esto existe cuando Shemma sus ojos cierra…

Kedabra es similar a Shemma, pues Kedabra y Shemma son amigos y no lo son, esto ya lo he dicho.

Kedabra solo podrá ver cuando sus ojos cierre, fuera de esa “ceguera obligatoria” nada existe. Cuando Kedabra abre sus ojos, Shemma y el mundo los cierra. En otras palabras, ya sea Shemma o Kedabra, abiertos o cerrados, ambos o distintos Shemma y Kedabra nunca han de poder verse.

Entonces ¿Cómo pueden conocerse Shemma y Kedabra?, más aún ¿Cómo es que Shemma y Kedabra pueden ser sin serlo, suponiendo que nunca han sido?

La respuesta a esta pregunta (como a muchas otras) está contenida en ella misma. Es necesario recurrir a la respuesta para encontrar la misma. Quizás no lo han vivido, quizás no lo entiendan. Para mi son pretensiones enormes, como pretenciosa es la idea que os hagáis del presente. A mi solo ha de interesarme Shemma y Kedabra por ser ellos mi caso único, y único del mundo en si.

Kedabra cierra sus ojos y el sueño llega en ese sueño, “su sueño”, Shemma y Kedabra han de poder verse y ha de ser así a ultranza, pues solo en el mundo de Kedabra tal realidad o respuesta tiene sentido, “Shemma y Kedabra ciegos de verdad y belleza”.

Han de saber que en este mundo las cosas se nos simplifican, pues no es necesario elegir ni decidir, unir ni escindir. Verdad y belleza siempre han de ser contemporáneos, paralelos y jamás podrán entrar en conflicto alguno.

Si Kedabra “existe” o no ya no importa, pues no es Kedabra quien encierra dicho mundo, sino este a el. El soñador solo es “vástago y victima del sueño propio” el cual creímos soñar algún día. Que tontos fuimos, si al final y ni casi nada, era la eternidad quien nos soñaba.

Una vez que aceptamos esto surgen algunas dudas, pero es esta para mi la más vital de ellas, y sometido y aceptado de que a tal mundo pertenezco y no al cual transitan leyendo de mi puño, entonces sin hacer diferencia alguna en consecuencia a dicho transe doy la respuesta: “vida y muerte son lo mismo y no son nada”, pues la eternidad no ha de tener limites y como dogma se establece. Como corolario deducimos que: “sus sueños tampoco han de tenerlos.”

Para ustedes Shemma y Kedabra, las palabras más honestas que la ficción de este mundo me permite, pues en el mundo en el que las palabras transitan nada escapa de las suntuosas pretensiones. Ni la tinta, ni el puño, ni la sangre ni el escucha. Es el lector ya quien escucha al que vive y al que lee, quien escribe con sangre y no con pluma de los libros que “mantienen”.