Luego nos disculpamos de la lluvia,
Le pedimos perdón a las hornallas;
Acariciamos a los delicados
Anteojos de la abuela; le quitamos
El polvo a las cerezas, incluimos
En nuestro afecto a quien nos quitó el viento,
Nos despojó del agua, y de la puerta,
Nos ultrajó la calle del verano.
Le damos nuestra manos a todo el mundo,
Le ahuyentamos el odio, le decimos
Donde el vino es mejor, donde se compran
Los trajes de la luz, las golondrinas.
Le regalamos cajas olorosas
Para guardar cántaros del alba;
Le obsequiamos tocino, municiones,
Juguetes de barniz, nubes en frasco,
Todo lo que podemos, lo que apenas
Tenemos en el fondo del armario
Pero son insaciables, lo comprendo:
Quieren que nuestra sangre se derrame,
Que brinque por allí, que se retuerza
Imitando a un herido cuadrumano,
A una cruz campesina, lacerada
Por la voracidad de los que aguardan.
Quieren la vida, y el amor, y el canto:
Apenas lo que alcanza para un día.
Roberto Themis Speroni
22-4-1964 |