Un exorcismo herético.
Si el lector de este volumen no ha tenido la casi necesaria precaución de instruirse en la técnica del exorcismo, le comento a continuación que hay algunas preguntas que están permitidas hacerle al demonio de turno, y hay otras que están estrictamente prohibidas por la Iglesia.
El exorcismo es un ritual, y como tal, deben seguirse ciertas reglas para realizarlo. Un exorcista debe hacer un exhaustivo estudio previo del presunto poseso ya que un error –dicen– puede ser fatal. No tiene que haber dudas sobre los signos de posesión. Tal cosa se logra agotando hasta el último de los estudios psiquiátricos. Hay que preguntarle al demonio su nombre, pero no su procedencia. Saber si está solo o comparte el cuerpo con otros demonios es crucial. Conviene también informarse del porqué de la posesión de tal cuerpo en especial, y es de gran utilidad injuriar a la entidad diabólica cada vez que se tenga la oportunidad.
Sobre lo que no se puede inquirir –atendiendo a lo antes dicho– es, respecto de la procedencia –lo dijimos– del demonio, ya sea sobre su legión u orden; tampoco sobre la ubicación geográfica del Infierno; y –fundamental esto– no es prudente tratar de averiguar sobre los condenados, qué castigos sufren, quiénes son, etcétera.
El o los exorcistas –ya que se recomienda que sean dos– deben ser hombres fieles y de espíritu fuerte, pero por sobre todas las cosas, prudentes. No se les permite bajo ningún concepto, dejarse llevar por sus emociones o pasiones, ya sean de índole bélica o sexual. ¿Por qué menciono lo sexual? Simple, el Maligno, atendiendo a la realidad de que los exorcistas deben ser estrictamente hombres, siempre preferirá poseer mujeres bellas y jóvenes, de ser posible. Ahora bien, me dirán que un poseído adquiere una fealdad pronunciada y, por ende, se torna muy poco deseable, y les diré que es cierto. Sin embargo, esto lo hace el demonio a voluntad, puesto que se siente cómodo con la corrupción y la fealdad de un cuerpo, pero puede volver al estado normal de la muchacha cuando le parezca conveniente, incluso puede agregar belleza que la víctima antes no tenía, la puede hacer más atractiva agrandando sus senos o bien, moldeando una figura que a los hombres se les haga sencillamente irresistible.
Huelga decir que son muchas más las instrucciones para un exitoso exorcismo, mas no está en mí enseñarlas aquí. Lo anterior fue una introducción para referirles un caso real, según entiendo, de posesión diabólica, y lo haré, transcribiéndoles –una vez más– las notas de un periodista que fue citado a presenciar un exorcismo. Pero expliquemos esto: dos sacerdotes son enviados por el Vaticano porque saben de una joven poseída. Además, envían a un periodista con instrucciones de anotar lo ocurrido. En el testimonio no deben haber nombres, ni lugares, ni fechas, únicamente hechos, pero suponemos que todo ocurrió a fines de la década del 60’ en Liverpool. Pasemos a la transcripción.
“Hemos llegado hasta este lugar en donde nos dijeron que una joven muchacha (diecisiete años) ha caído bajo la posesión del Maligno. Me acompañan, o mejor dicho, yo acompaño a dos sacerdotes designados, previo entrenamiento, para tan insalubre labor. Uno de ellos se acerca a la edad de cuarenta años, tal vez más; el otro, el inexperto, cuenta poco más de la mitad de esos años. No he dialogado en profundidad con ninguno de los dos, pero sospecho que el mayor, el adulto, no es un sacerdote convencional. Noto algo extraño en él. No quiero decir que ha perdido su fe, el hombre cree en Dios. Sin embargo, me parece que duda de la bondad del Señor. Creo así porque en determinado momento le mencionó entre dientes a su ayudante, quien había hecho algún comentario sobre la muchacha, que todos estabamos condenados por igual. Luego pensé que, más que dudar de la bondad de Dios, cree demasiado en la ira y la venganza de Éste.
”Yo era ateo, no lo voy a negar pues justamente por tal condición me dieron este trabajo, “…queremos a alguien imparcial”, me dijo quien me contrató. Pero bastó con ver a la muchacha una primera vez para hacerme cambiar de opinión respecto de mis creencias. Pensé que si puede existir en el mundo lo que mis ojos veían, bien puede existir Dios y el Paraíso. Con el avance del proceso terminé por despejar cualquiera de mis dudas. Tengo que confesar que sentí cierto regocijo con todo esto, ya que corroboré, mediante mis propios sentidos, la existencia de un alma inmortal, y, por ende, la continuidad de mi existencia. Ya sea en el Paraíso o en el Infierno, yo seguiría existiendo. Preferiría que fuera en el Paraíso, pero qué más da.
”Continúo ahora con mi relato. El primer encuentro con el Maligno fue, ya habiendo superado en terror inicial, más bien aburrido. Se dijeron algunas frases en latín, se leyeron algunos pasajes de La Biblia, se roció a la chica con agua bendita y otra sustancia que desconozco y se procedió a dilucidar luego si no se trataba de alguna enfermedad psíquica o alguna extraña obsesión. Pasó una semana hasta el segundo encuentro, en ese tiempo, los dos sacerdotes dialogaban por horas encerrados en una habitación y llamaban vía telefónica a sus superiores para informarles de la situación. Yo, mientras tanto, conversaba con la madre de la muchacha. Una mujer regordeta de exactamente cuarenta y cinco años. Se podía ver la tristeza y el agotamiento en su mirada. Hablaba con pesimismo. Me dijo que tenía otras dos hijas, mellizas, que se encontraban cursando sus estudios universitarios y que su marido había fallecido dos años atrás de meningitis espinal. ¡Pobre mujer! Haber tenido que ver los horrores de la enfermedad que acabó con su esposo y ahora era el turno de su hija. Yo comenzaba a creer en Dios, pero también empezaba a dudar de su bondad.
”Llegó el día del segundo encuentro. Constantemente, quiero aclarar, la muchacha lanzaba insultos a todos los que estabamos en esa casa. Este segundo encuentro, debo reconocerlo, fue más movido que el primero, más interesante. Sin embargo, no vale la pena documentarlo. Básicamente, el exorcista principal seguía leyendo pasajes de La Biblia y el más joven insultaba al demonio.
”Durante el período de transición entre el segundo y el tercer encuentro (que fueron cinco largos días) pude oír, en dos ocasiones, discutir a los sacerdotes. No sé qué decían ya que lo hacían dentro de una habitación cerrada y ambas voces se superponían. Lo cierto es que noté al cura mayor mucho más relajado. Distinto era el ánimo del muchacho, que estaba muy tenso.
”Llegó el día del tercer encuentro. Yo, debo confesarlo, estaba ebrio. No es fácil alejarse de las antiguas adicciones en momentos como el que me tocaba vivir. Apenas entramos a la habitación, el muchacho empezó a insultar al demonio, pero el mayor le dijo que se detuviera, que hiciera silencio. El primero objetó algo pero fue inútil. Luego comenzó el diálogo con el Maligno y pasó algo que me dejó perplejo. El sacerdote mayor empezó a hacer preguntas que, según el fastidioso muchacho, estaban prohibidas por la Iglesia. La primera fue cuál era el nombre y la procedencia del demonio. La bestia cambió rápidamente de un estado violento a uno de confianza…”
Se dice que las preguntas prohibidas dan poder al demonio que está poseyendo el cuerpo. Por eso debe ser la reacción del sacerdote joven.
“…Luego dijo que su nombre era Dagón y que nunca había sido un demonio rastrero como lo era en ese momento, dijo que hace mucho tiempo él había sido un poderoso dios adorado con fervor por su pueblo. El sacerdote le preguntó qué había pasado que había terminado en esa situación degradante y, finalmente, en el interior de una jovencita. A la primer consigna (sobre la situación degradante), Dagón respondió: ¡Pregúntale a los tuyos! Con respecto a la segunda, le dijo que estaba cumpliendo con una orden de un superior y nada más; le dijo que sólo se trataba de trabajo. A esto, el sacerdote le preguntó de qué se trataba dicho trabajo, pero el demonio no contestó, en cambio, comenzó a balbucear, igual que lo venía haciendo hasta antes de que el exorcista comenzara a hacerle las preguntas supuestamente prohibidas. Preguntas éstas que, se me ocurrió, la abominación disfrutaba. Posiblemente porque le permitían contar algo de su historia. El sacerdote debe haber intuido todo esto ya que reincidió en el cuestionario blasfemo.
”La segunda pregunta fue respecto de la legión a la que pertenecía Dagón. Nuevamente el muchacho manifestó disconformidad ante el nuevo método inquisitivo. La respuesta del demonio fue que, durante un tiempo estuvo entre los demonios inferiores, bajo el mando de Lucífugo, quien es el Primer Ministro del Infierno. Luego, contó, lo transfirieron a una posición inferior, bajo las órdenes del Brigadier Sargatanas.
”Lo siguiente que preguntó el sacerdote fue, quién lo había mandado al reino de los hombres. El demonio le dijo que eso no se lo podía responder, pero aseguró que si cumplía bien con su trabajo, sería ascendido hasta formar parte de los esbirros del mismísimo Astaroth. El sacerdote preguntó de qué se trataba el trabajo, pero el demonio no le respondió.
”Luego, el sacerdote lo cuestionó sobre los condenados en el Infierno, pero el demonio le dijo que era imposible responder esa pregunta, dijo que era lo mismo que preguntarle a un simple hombre sobre todos los habitantes del planeta, sólo que en su caso, habría que multiplicarlo por milenios y milenios de acumulación de almas. El sacerdote dijo, consiente de su error: Tiene razón.
La siguiente pregunta fue respecto de la ubicación y las características del Infierno. La respuesta del demonio fue la siguiente: ¿Por qué me preguntas eso? Sabes que la zona principal está ubicada justo debajo de Jerusalén; sabes que son nueve sus niveles y que al final, en el centro de la tierra, está el Gran Satán; sabes, también, que su capital es Dite y que el río que la rodea es el Estige.
”El sacerdote lo interrumpió diciéndole, algo molesto, que eso que estaba describiendo era el Infierno sugerido en la Divina Comedia. El demonio respondió que, en efecto, era así. Le dijo que Dante realmente había conocido el Infierno. El sacerdote adoptó una postura incrédula, pero el demonio le dijo que no era para sorprenderse, ya que no era la primera vez que un mortal descendía a los reinos de Satán y luego regresaba a la Tierra para narrar lo presenciado.
”Tengo que aclarar algo, mientras el sacerdote hacía estas preguntas, en el lugar se sentía algo extraño, algo que nos envolvía, algo abrumador y terrorífico. Jamás podría saber qué era, pero se sentía como si fuera poder, el poder palpable del demonio, que crecía. ¿Acaso sería a causa de las preguntas prohibidas? Pensé que sí por un momento, pero luego despejé esa teoría de mi mente. Y lo hice, en el preciso momento en que pude notar que el demonio dirigía una mirada maliciosa hacia el joven sacerdote. Entonces vi que el muchacho no podía ocultar su excitación y su deseo carnal hacia aquella chica, tan bella en ese momento y con todas sus vestiduras desgarradas por el tal Dagón, sin duda, con la intención de lograr lo que estaba ocurriendo. Quiero confesar que la razón por la cual me di cuenta del estado del joven sacerdote fue porque yo sentí algo similar.
”No es la muchacha quien te provoca, no seas idiota, dijo el exorcista, dirigiéndose al muchacho, pero ya era demasiado tarde, el rostro de éste había cambiado completamente, se podía vislumbrar un instinto animal que irradiaba de sus ojos heréticos. No pudimos hacer nada para evitar la cópula. El poder del demonio había crecido considerablemente, una fuerza extraña nos impedía –a mí y al exorcista– movernos. Jamás podré saber con certeza si la fuerza provenía de Dagón o de nuestro propio morbo, que nos incitaba a observar.
”Apenas el joven hereje –ya no, sacerdote– lanzó su semen dentro de la muchacha, cayó inconsciente. Me acerqué para verificar su estado y, como no había dudas, estaba muerto.
”El Maligno venció, pensé. Un alma ya era parte de las huestes del Averno. Una vez más, Satanás se mofaba de Dios haciendo uso de la condición humana. Tal pensamiento lo terminé de comprobar cuando Dagón dijo: Mi tarea ya está cumplida, caballeros. Adiós.
”La muchacha sobrevivió –es lo positivo de esto– y al exorcista no he vuelto a verlo. Pero en su gran piedad, me rogó que no presentara estos textos, no sólo ante la Iglesia, sino ante nadie. No lo haré, en cambió, escribiré una historia de cómo el muchacho luchó con intensa fe, pero al final murió.”
No interesa cómo conseguí estos apuntes, ¿o sí? La única razón de contar esta historia es que los lectores estén prevenidos para cuando llegué el certero día en el que tengan que realizar un exorcismo. Porque me imagino que tendrán como posible objetivo el de practicarle el exorcismo a una hermosa muchacha antes de que sus días concluyan, ¿no?. Si no es así, deberían.
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