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La bestia.





¿Qué fue lo que hizo que John Haigh se convirtiera en el monstruo que fue? La influencia negativa de sus padres –sobre todo de su madre– es una de las teorías más relevantes. Algunos aseguran que el círculo religioso donde el grupo familiar se movía no era lo ideal para el crecimiento de un joven y, al final, la decisión de no permitirle tener contacto con sus iguales fue –según expertos– lo que terminó por trastornar su mente y, por tanto, su percepción de valores éticos y morales. Hay quienes aseguraron que una obtusa interpretación de la Biblia podría haber sido el detonante de su furia. Todo esto parece posible, cualquiera de estos factores, o todos ellos, pueden haber tenido influencia negativa en la psique de un joven sensible en demasía. Sin embargo, hay otras corrientes, otras teorías sobre el nacimiento de la bestia.
Algún profesional decidió analizar a Haigh, siendo éste un niño, y trabajar sobre sus sueños. Estos son algunos fragmentos de sus anotaciones personales que hemos podido rescatar:

“El sueño de John era recurrente, sólo variaba en aspectos irrelevantes: me decía que lo primero que recordaba era que, sin saber cómo, se encontraba caminando en medio de un descampado lleno de crucifijos. Avanzaba, y lo que seguía era que las cruces se transformaban en árboles. Observaba todo su entorno y continuaba caminando un poco más, sólo para darse cuenta que, de lo que parecían ser heridas en los troncos, emanaban torrentes de sangre. Seguía adelante, pero, según él, con más cautela. Lo ulterior era que se le presentaba una figura, parecía un hombre, este hombre recogía la sangre en una copa y se la ofrecía. Era entonces cuando el pequeño John se despertaba en forma abrupta y con una sed que no podía remediar con nada. También me había dicho que esta figura o sombra que se encontraba, muchas veces adquiría la forma de alguien que le era familiar, pero no sabía por qué.
”Ciertamente, en cuanto al tema de la sed, creí, a priori, que el muchacho exageraba. Es normal que nos despertemos con mucha sed en medio de la noche, pero también es normal que estando aún en sueños, creamos estar en vigilia y bebiendo cantidades ilimitadas de líquido sin poder saciar la sed. El problema del muchacho parecía ser que no lograba discernir entre el sueño y la vigilia. Sin embargo, había algo que me llamaba la atención en la sombra que le ofrecía la copa. No dudo que eso afectaba negativamente a John. Es probable que ese ente que se le aparecía en sueños fuera alguno de sus padres, o personas que tanto mal le hacían en la realidad. Tal vez algún familiar que había abusado de él, o algo así.”

Este profesional estaba interesado en John Haigh, de eso no hay duda, pero no sólo como un caso clínico, sino también como un pequeño que le caía bien. Cierto era, el pequeño John poseía cualidades agradables, era sensible, inteligente y muy relajado. Si bien su edad no le permitía ser un hombre culto, había leído varios libros y la Biblia la manejaba casi tan bien como un sacerdote, o acaso mejor. Así que no resultaba para nada enojoso conversar con el muchacho.
Las anotaciones de Pachet –así se llamaba el fulano– siguen de esta manera:

“En cierta ocasión me llamaron de madrugada los padres de John. Me dijeron que era urgente, que su pequeño había hecho algo terrible. Acudí inmediatamente.
”Al llegar, alguien me hizo pasar, me dijo que en el patio trasero estaban los dueños de casa. No podía creer lo que mis ojos estaban contemplando: en el suelo, yacía muerto el compañero de juegos de John, tenía la garganta abierta. Por lo que pude observar, fue un golpe en la cabeza, en la nuca, lo que le provocó la muerte.
”John me confesó que no pudo evitarlo, que al ver a su amigo en cuclillas y dándole la espalda, una extraña sensación se apoderó de él (con el tiempo concluimos que dicha sensación era de poder, el poder de la vida y la muerte, que, según John, todos tenemos). Me dijo también que cuanto más trataba de reprimirla, tanto más fuerte se hacía. Entonces, me dijo, se le apareció la vieja y ya familiar sombra con la copa de sangre y fue ése el punto límite.
”La imagen nociva de sus pesadillas, esta vez se le presentaba en la vigilia. Estaba alucinando. El caso ya me superaba ampliamente. Pensé en derivarlo a un colega experto pero John me hizo saber que no hablaría con otra persona que no fuera yo. ¿Qué podía yo hacer? Era sólo un niño.
”Ciertamente, la psique del muchacho le decía que sólo calmaría su sed si bebía sangre.”

Pachet y los padres de John ocultaron el hecho a las autoridades. Dijeron, en cambio, que un asaltante los había sorprendido jugando y, alterado por los gritos de los niños, dio un fuerte golpe en la cabeza del amigo de John, pero como éste aún gritara, le cortó la garganta. ¿Quién podría haber imaginado que un crimen tan aberrante no fuera cometido por un criminal furtivo?

“El pequeño John no supo lo que hizo, no estaba en sus cabales entonces. Debía encontrar la forma de ayudarlo. El descampado lleno de crucifijos por el cual transitaba John en sus sueños podía entenderlo, él avanzaba seguro entonces, los crucifijos lo protegían, él confiaba en la cruz. Ciertamente, la estricta educación religiosa había contribuido a tal cosa.
”Sin embargo, luego los crucifijos se convertían en árboles que sangraban, y era cuando comenzaba la pesadilla propiamente dicha. Cómo no me di cuenta antes. Los árboles eran personas, personas que le harían daño. Eso se desprendía también de la educación adquirida en el hogar. Sé bien que John casi no tenía amigos, incluso creo que el finado fue el único. Sus padres siempre le prohibieron las relaciones con otros individuos ya que sostenían que, salvo los miembros de la secta religiosa a la cual pertenecían, eran todos malos y le harían daño. Así, que los árboles sangraran a la vez que se le presentaba aquella sombra que a veces era familiar, no era casualidad. La sombra llegaba a rescatarlo, a liquidar a los que pretendían dañarlo.
”Pocas son las dudas que tengo sobre este asunto, puedo equivocarme, claro está, pero los indicios y los hechos son muy claros, cuando John mató a su camarada dijo haber visto a la sombra. Sólo queda lo de beber sangre, no me explico cuál es el motivo de tal accionar.”

El doctor Pachet siguió tratando a John Haig durante casi toda su adolescencia, he aquí algunas notas más que hemos podido rescatar.

“He notado en John un apego exagerado a su madre. Esto no me hubiera extrañado siendo él un niño, pero sin dudas me resulta extraño este comportamiento en un púber, ya que todos tienden a alejarse un tanto de sus padres en esta etapa. Le he preguntado qué hace que se comporte de esa manera, y me ha dicho que debido al odio a su padre. Sugirió que la quiere proteger (a su madre) de él (su padre). John es ahora un muchacho muy culto y estimo que trata de mofarse de mí, sabe muy bien la influencia que ha tenido en mis estudios aquel mito de Edipo. También sé que no me subestima y sabe que me doy cuenta. Sólo se divierte. Descarto el asunto de su madre.
”Me ha hecho las mismas bromas durante algún tiempo, a veces con los asuntos de la religión y de la interpretación de la Biblia (sabe que soy ateo) y otras veces dice estar siendo poseído por un demonio, uno de origen sumerio, según me dijo, creo que lo llama Pazuzu, lo cierto es no soy un entendido en esas cosas de mitología, John, en cambio, sí. Es un buen muchacho, si no hubiera nacido con esta disfunción mental…”

Durante algún tiempo, todos hicieron lo posible para contener a John, para menguar su furia, su sed (según él decía). Pero era inevitable contener a la bestia con los métodos que usaban, tanto el doctor como sus padres. Así, una mañana llegó John a la casa de Pachet con las manos y el rostro ensangrentados y completamente fuera de sí, desconcertado. Esto decían las notas de Pachet:

“Ya no puedo más. Esta mañana ha llegado John a mi casa. Ha cometido otro crimen, vino rogándome que le ayudara pero ya no sé qué hacer. Otra persona a muerto, esta vez, una compañera de la escuela. Me ha confesado un crimen aberrante, dijo haber violado a la muchacha varias veces y finalmente la mató y bebió su sangre. Me ha dicho que está arrepentido pero que luego de haber bebido la sangre de la joven, se siente bien, fuerte, saludable. Le he tenido que gritar, hacerle entender que no me interesa cómo se sienta, que ha matado a otro ser humano. Me ha pedido con lágrimas en sus ojos que no lo abandone ahora, que necesita mi ayuda.
”He decidido, en conjunto con sus padres, que debo de llevarme a John a Londres, allí trataré de componerlo.”

Las siguientes anotaciones describen a grandes rasgos la situación de Pachet y Haigh en la gran ciudad, por lo que nos limitaremos –nuevamente– a transcribir. Esta vez parecen ser fragmentos de cartas, seguramente para los padres de Haigh. Cartas que nunca llegaron a destino.

“Creo que la situación de John ha mejorado. Aquí es alguien respetado y admirado y además creo que está enamorado. Muchas veces, el amor de una mujer es un gran alivio para ciertos tormentos. Según me dijo, la mujer se llama Olivia. Cierto es que lo aventaja un tanto en edad, mas soy un convencido de que en estas cuestiones no hay edades compatibles, sólo los corazones deben serlo.
”No hace mucho tiempo me ha dicho que se convirtió en el flamante propietario de una empresa metalúrgica. Ciertamente espero que reciban esta noticia con alegría y con esperanza. John está mejor, sigue luchando en su interior. Él trata de ocultármelo, pero he llegado a conocerlo y, además, creo que mis años de estudio no ha sido en vano.
”No he conocido a la mujer de la que John tanto me habla, pero asegura que es millonaria y que está dispuesta a ayudarlo en un emprendimiento que aún no me ha comentado, aunque imagino que ya lo hará. Desde que estamos aquí nunca ha encarado un proyecto económico sin antes consultarme.”

Por aquel entonces, John Haig estaba en la bancarrota, sólo su aspecto físico y su elevada educación le permitían sobrevivir en la sociedad londinense. Se había convertido en una suerte de dandy.
Continuamos con lo que aún parecen ser fragmentos de cartas a los padres de John:

“…escribo con un gran pesar en mi corazón, jamás hubiera creído lo que ocurrió. El Scotland Yard estuvo en mi casa la semana pasada y me hicieron algunas preguntas sobre John. Yo llevaba algún tiempo sin verlo y fue lo que les dije, mas ellos insistieron. Me dijeron que había desaparecido una mujer y que ciertas personas aseguraban haberla visto con John. Un frío húmedo recorrió mi espina cuando me dijeron que dicha mujer era la millonaria Olivia Duran- Deacon. No pude hacer más que decir todo lo que sabía sobre mi paciente, sobre mi amigo. Si bien no había pruebas contundentes, yo no podía eludir la certeza que se me presentaba: el muchacho la ha matado, lo ha hecho de nuevo. Ya no puedo continuar con esto, él no tiene cura.”

El Scotland Yard capturó a Haigh y entonces tuvo lugar el juicio. A Pachet se lo llamó a formar parte del grupo de psiquiatras encargados de analizar el desorden mental del imputado. Lo que sigue a continuación no son cartas dirigidas a los padres de Haigh, más bien parecen notas personales:

“Me han convocado para que forme parte del equipo encargado de analizar al muchacho. No podía creer la mirada en su rostro cuando confesó su crimen en público, parecía no reconocerme. Luego llegamos a la conclusión de que todo era un artilugio de su abogado defensor, que pretendía declararlo insano mental. Nos han pedido nuestra opinión y estoy de acuerdo con mis colegas en que John, si bien está enfermo, tiene una noción clara y real de sus crímenes. Trató de ocultarlos hasta las últimas consecuencias. Además, les confesé a todos la forma en que me engañaba.
”No me atreví a presenciar la ejecución de Johnny, no podría haberlo soportado, sólo permanecí afuera del establecimiento. Igual, pude oír sus gritos pidiendo piedad, asegurando que sólo había hecho lo que la naturaleza le demandaba y que era beber sangre humana. Eso me desgarró por dentro.
”Un agente del servicio –no recuerdo su nombre– me dijo que de seguir vivo Haigh, yo ya estaría muerto. Cierto es.”

John Haigh fue sentenciado a muerte en la horca el 6 de agosto de 1949. Nunca aceptó su culpabilidad ya que sostenía que necesitaba sangre humana para vivir. Se lo conoció como el Vampiro de Londres.

Texto agregado el 03-05-2007, y leído por 134 visitantes. (0 votos)


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