Versiones.
Una joven –su nombre es Mariela y tiene 25 años– camina por la calle. Acaba de salir de la facultad y está obscuro. Algunos atrasos en sus estudios la llevaron a tener que recursar una materia en el tercer turno, algo que nunca quiso hacer, pero la necesidad puede más.
Ella camina rápido, un tanto temerosa y con la vista al frente. No se atreve a mirar hacia los costados. No seas paranoica –piensa– todas las semanas es lo mismo y siempre llegás a tu casa.
Al llegar a la esquina, oye que mencionan su nombre. Voltea rápidamente y ve a dos hombres. Se asusta y trata de continuar, pero otra vez:
- ¡Mariela! ¿No te acordás de mí?
Esa pregunta le alivió la cabeza, no había dudas acerca de que era una persona que la conocía. Volteó y, efectivamente, era un antiguo compañero de la escuela secundaria con el que había tenido una buena relación y por el que siempre había sentido más que simple amistad. Él se llama Martín
Hasta aquí, nada más. El muchacho se ofrece a acompañarla a su casa, se dan sus respectivos números de teléfono, etcétera, etcétera.
Volvamos el tiempo atrás. Mariela camina por la calle obscura y lúgubre de San Telmo. Viene pensando que ésta es la última vez que cursa la materia. Prefiere esperar un poco más para recibirse y no tener que pasar todas las semanas por lo mismo.
Llega a la esquina y no mencionan su nombre y no está Martín con un amigo. Justo antes de salir del trabajo, los dos muchachos se tuvieron que quedar un tiempo extra por razones que no nos atañen.
Mariela sigue caminando y cuando está pasando por una obra en construcción, alguien la toma del brazo y con violencia la jala hacia adentro. Ella trata de gritar pero una mano grande tapa su boca. Otros dos fulanos están ahí, uno de ellos comienza a desgarrar sus vestiduras. Ella se retuerce, sabe lo que le va a pasar. Siempre había dicho que si algún día se veía en esa situación prefería que la maten primero. Ahora, lo único que pensaba, que deseaba era que la dejaran con vida.
Los tres hombres la dejan totalmente despojada de sus ropas y ahora uno de ellos procede a bajarse los pantalones. Los otros dos la sostienen con tal fuerza que ella no puede moverse. Entonces, el que tiene los pantalones abajo se le acomoda arriba y, abriéndole las piernas, la penetra. Las embestidas son constantes, ininterrumpidas. Por fin, eyacula. Pero ahí no termina, ahora es otro el que está adentro suyo, una y otra vez. El fulano se controla para no acabar rápido. El tercero de los violadores hace exactamente lo mismo. Pero tampoco termina allí la cosa, el primero en vejarla ya está listo para otra penetración, lo mismo pasa con el segundo y con el tercero. Ella ya no puede luchar, está agotada. Su mente está en blanco.
La pesadilla al fin terminó, la dejaron con vida, que era lo que ella quería. A medio vestir sale del lugar, escenario de su deshonra, y encuentra a un oficial de policía que la lleva a su casa luego de tomar la denuncia. Mariela está en casa ahora, pero hay algo que enferma su mente, comienza a recordar el crimen. Tuvo un orgasmo y no hay nada que pueda hacer para remediarlo, no puede engañarse. Lo sabe, y sabe también que ellos lo saben. Los bastardos la penetraron tanto y de tal manera, que la sensibilidad entre sus piernas pudo más que la dignidad de su espíritu.
Ahora, ¿cuál de las dos versiones preferimos leer?
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