Sucede que,
en el ocaso de las luces,
mis manos se transforman
para dibujar,
la maravilla de tus formas.
Mis dedos se convierten
en mariposas voladoras,
que se posan,
incansables,
sobre las flores
que nacen en tu piel,
embriagadoras en su aroma,
de los sentidos,
perturbadoras.
Y es en medio de la oscuridad
que la luna se hace cómplice,
de la magia de este intante.
Curiosa y atónita,
nos va observando.
Y en su mirada,
baña con su luz tu cuerpo
- que entre sábanas-
a la desnudez rinde culto.
Atrapo esa imagen,
tu imagen.
Fugaz se ofrece a mis ojos,
que se llenan de ti,
en tan solo una mirada.
Ávidos estaban de ti,
como mi boca,
multiplicandose en besos,
sobre tu piel desnuda.
Ávidos como mi cuerpo,
que desde siempre esperaba,
tu completa entrega,
el instante de fundirse
por completo en ti.
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