Lo hice cuando tenía 10 años (ahora tengo 15 casi) . ¿Existen diferencias con mis otros escritos? :)
De una carta de joker, fue empezando mi sueño…
Mis abuelos jugaban, reían y bebían; yo tenía aún 8 años, los acompañaba. Mientras veía como jugaban cartas, una me causó curiosidad, su imagen era un poco misteriosa pero me atraía.
-¿Cómo se llama esto? – dije.
- Es un joker, se usa como comodín y el pequeño payasito que ves, es un arlequín, dijo mi abuelo paterno.
Me gustaba mucho esa figura, tan perfecta y no tan bien definida, si era para asustar o para dar algo de picardía y diversión.
Era tarde, mi mamá me vestía y me deseaba buenas noches. No tardé mucho en dormir. Era el comienzo de una mágica aventura; recuerdo mi sueño muy claro…
Un teatro viejo y abandonado, velas encendidas por todos lados. A lo lejos se veía dos sombras, era un arlequín y su bella colombina.
El con un traje lleno de rombos de colorines, brillantes y atractivos, un enorme sombrero que, terminaba en las puntas con una bola que rozaba por sus ojos, tenía un antifaz plateado. El contorno de su cuello era morado y lucía muy bien con su pálido rostro, su puño destacaba con la tierna mano de su dama, quien tenía un traje auténtico, era blanco y negro. Sus zapatitos usados y manchados danzaban perfectamente. Su sonrisa era incomparable, sus labios tan rosados y su piel tan blanca como la nieve. Se llamaba Isabella y era heredera de varias haciendas por parte de su padre y su madre, ya fallecida.
La figura del arlequín reflejaba amor ante su dulce colombina, a quien tenía de su mano, danzando y riendo.
Las imágenes eran nítidas…podía ver algo más.
Entre el baile y la música, aparece un señor, jorobado y de apariencia astuta, y burlesca llamado Polichinela y otro, un joven que manejaba perfectamente una espada, de apariencia aventurera, llamado Scaramouche.
Los dos hacen señas y jalan bruscamente a la colombina.
- No tienes por que estar enamorándote con el criado de tu padre- dijo Polichinela, quien siempre vestía de blanco.
Isabella quedó muda y obedeció a Polichinela a quien ella sabía le causaba atracción y su padre, Don Pierino, tenía planes de boda con él, aunque ya conocía este amor que existía entre ella y el arlequín, quien se despedía moviendo la mano suavemente.
Un viento helado y la bocina de un panadero me despertó; estaba fascinada por mi increíble sueño.
Se lo conté a mis abuelos y sonrieron…
Quería soñar de nuevo, continuar esta historia y acabarla con un final bonito.
No podía, era absurdo. Todos los días pensaba en mi sueño; quise soñar “a la mala”, pero era peor.
Cierta vez, di las buenas noches a todos; me acosté en la fría cama de huéspedes. Tardé poco en dormir…
Otra vez el mismo teatro, iluminado con luz amarillenta de las velas. Observé al arlequín triste y pensativo. De pronto se aparece Isabella, la curiosa colombina. Los dos vestían igual y, caminaban lentamente por el teatro, tomados de la mano y riendo como el primer día hasta que la Colombina deja la tibia mano del arlequín, corre hasta el otro extremo y empieza a llorar. Sus lágrimas y el maquillaje deslizan bajo sus mejillas. El arlequín confundido la busca, ella le dice que tiene una enfermedad incurable y que pronto morirá.
Él, compungido, siente un vacío en su corazón, la abraza y le dice al oído que nunca se separará de ella y que habrá una solución. La Colombina, no muy convencida lo mira y sonríe levemente.
A los pocos minutos la Colombina decide irse, era tarde y su padre, Don Pierino, se enojará.
El arlequín se queda sentado en el filo del escenario y duerme tranquilo.
La enorme puerta del teatro sonó, el arlequín se asomó cuidadosamente y preguntó quién era.
- Soy Don Pierino, el padre de la Colombina, Isabella. Ella está muy grave de salud, quiero que la vayas a ver, sé que se aman.
El arlequín siguió a Don Pierino hasta una de sus más grandes haciendas; la vio recostada en una cama de plata, adornada con cascabeles.
Ella estaba aún mas pálida que de costumbre. El arlequín se asomó e Isabella, lo miró y le dijo que nunca se olvide de ella y que piense que lo estará viendo desde el cielo. Él, confuso le dijo que iba a traer algo que la hará vivir y sonreír con él por siempre.
El arlequín corría hasta el teatro; llegó y se fue directamente al sótano.
Se acordó, que de pequeño, su abuelo le regaló un cofre transparente que haría sobrevivir a la gente que él mas quiere.
Apresurado con el cofre, se fue a la enorme hacienda.
Era demasiado tarde, Isabella había muerto ya; él lloraba a sus pies lamentándose y pidiendo a Dios que la cuide como él quiso hacerlo.
El arlequín se quedó en la habitación, destapando el cofre. De repente, de él salieron mariposas de todos los colores que, volaban al contorno de ella.
Él entendió que la amó tanto que daría su vida por ella, aunque ya esté muerta pero, le prometió que iba a ser feliz con su recuerdo.
El arlequín vivió solo por siempre, pero con el recuerdo de su bella dama.
Antes del amanecer desperté, y supe que mi sueño había acabado ya…
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