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Texto sobre vampiros.





La literatura clásica fantástica ha trabajado sobre estos depredadores, podemos mencionar The Vampyre, escrito en 1816 (en la mítica reunión de Villa Diodati, donde también se forjaba Frankenstein) y publicado en 1819 por John William Polidori; o Drácula, de Bram Stoker (1897). Huelga decir que éstas no son las únicas obras sobre el tema, sólo que son acaso las más significativas. Más aun, The Vampyre es el primer cuento europeo en inglés sobre un vampiro, el antecedente –digámoslo– de todo lo demás. No hay duda de que Stoker se va a inspirar en la obra de Polidori para así dar nacimiento al conde Drácula. Obviamente, también el príncipe Vladimir Tepes forma parte del génesis del conde (es el conde), que, podría decirse, es una fusión entre un lord aristocrático inglés y un estereotipo del rumano. Sin embargo, la literatura vampírica se remonta más atrás en el tiempo: en el año 1190 se publicó De Nagis Curialium, de Walter Map; y seis años más tarde aparece Chronicles, de William de Newburgh. Luego, en 1484, se publica Malleus Maleficarium o –nombre popular– la biblia de los cazadores de brujas; obra de similares características es el Diccionario infernal. En 1610 aparece un tratado sobre vampiros escrito por Leo Allatius que se llamó: De Graecorum hodie quirundam opinationabus. Ulteriormente, en 1679, se publica en alemán: De Masticatione Murtuorum in tumulis, de Phillipe Rherius. Son varios –mas no innumerables– los textos que dan origen a la literatura sobre vampiros, textos que, tengan por seguro, en mayor o menor medida sirvieron como fuente para las dos obras de las que se habla al comienzo de estas líneas y también del relato: La bella vampirizada de Alejandro Dumas (1849).
Pero los orígenes de estos seres que pretendo introducirles no está en la literatura fantástica. Sabemos, con certeza, que este género literario se nutre del folclore y la mitología, y es allí mismo donde nos dirigimos. Pero antes hablemos del nombre con que se designa a estas bestias. La palabra vampir es de origen alemán; aparece con frecuencia (aunque es anterior) en algunos libros en el siglo XVIII para designar a algo que no está muerto ni vivo, algo dudoso y siniestro que se alimenta de la sangre de los vivos. No obstante, en Rusia ya se hace una mención, por el año 1047, de la palabra upir, que significa vampiro, en alusión a un cruel príncipe de la época. Lo cierto es que, considerando el tema, es prácticamente imposible que dicho origen no sea dudoso y de carácter arcano.
Mencionado lo anterior, ahora sí nos adentramos en las tradiciones antiguas. Los egipcios conocieron a un ser mitad hombre y mitad pájaro que por las noches atacaba a los humanos y les bebía la sangre. Tal parece que este monstruo había sido un hombre que, sentenciado a muerte injustamente, guardaba tanto rencor a los demás hombres que su furia lo convirtió en depredador de éstos.
En la tradición babilónica existía una bestia de genero femenino llamada Lilith que se alimentaba de sangre y provocaba sueños lascivos. Similar bestia conocieron los asirios.
También los romanos creían que existía una criatura, muy similar a las Arpías, que atacaba la cuna de los recién nacidos succionándoles la sangre. Esto sería, creo, en respuesta a la muerte infantil en esos tiempos, debido a la falta de conocimientos en medicina y más que nada a lo supersticiosos que fueron los romanos. Los súcubos e íncubos también son de origen latino, son demonios femeninos que se alimentan a través de relaciones sexuales.
Collin de Plancy, escribió la obra llamada “Diccionario infernal”, que fue publicada en 1865 en París. En ella se daban algunos nombres que recibían estos seres según las regiones: en Occidente se les decía, upiers, upires o vampiros (incluso podría ser vampyres); en el Medio Oriente se les dio el nombre de brucolanos; en Ceilán se llamaron katakhanes. Estos últimos, según parece, eran muertos vivos que habían estado sepultados varios días y que regresaban caminando y hablando como vivos y maltratando a todos los habitantes de los poblados. Hasta aquí parecen las características de un gruñón, salvo por el detalle de que además de ser muy groseros y violentos, se alimentaban con la sangre de los vivos. Esto no parece un delito en sí, lo que era delito era cómo se procuraban esa sangre, puesto que tenían que matar a los portadores de su alimento. La forma de aniquilar a estos muertos vivos era cortándoles la cabeza o quemándoles el corazón, básicamente como a cualquier otra persona.
Todos los que eran muertos por un vampiro, se convertían en uno. Como alguna vez escribió Stephen King: “Todo el que sea tocado por el mal, será malo”. También estaban los que recibían muerte en la horca, que luego revivían para alimentarse de sus verdugos. Pero lo que está claro es que eran muy violentos y trataban muy mal a la gente, lo cual es lógico, no creo que nadie pueda ser amable después de estar enterrado varios días.
Los acadios también tuvieron un ser de estas características que llamaron, Rapaganmek y que fue la primer idea de un vampiro, o al menos eso se cree debido a que los acadios fueron uno de los primeros pueblos, incluso aparecen mencionados en una de las tablillas de la diosa Isthar.
Los que asolaron Grecia fueron los ancestros de los que asolaron Roma. Como se sabe, la cultura de los romanos es hija de la de los griegos, quienes llamaron a sus vampiros: Vaimones Prostoxivis y Sbeneficis beneficis. Estos últimos eran bastante curiosos ya que a pesar de ser vampiros, también eran enemigos mortales de los vampiros.
Los Vrikolakes o Varakolakias fueron, tal vez, las bestias más poderosas. Oriundos de Europa, se dice que podían viajar astralmente y que tenían el poder para provocar eclipses. Se volvían más poderosos con los años (este control sobre los elementos y el incremento de fuerza con los años nos recuerdan a algunas de las facultades del personaje de Bram Stoker, ¿no?).
Si bien estos seres (me refiero a los vampiros de toda clase) eran un problema para el hombre debido a su forma de vida, pasaban bastante desapercibidos. No es sino hasta el siglo XVII cuando van a empezar a aparecer más seguido, se va a producir un furor particular de la gente por perseguirlos y exterminarlos, furor que por otra parte no era nada extraño en la época, no sólo por los vampiros, sino también por las brujas y los herejes, y por herejía se entendía todo lo que no rindiera tributo a la fe católica. El propio Leonardo Da Vinci sufrió acusaciones, no como vampiro, claro está, sí como hereje, debido a su pasión por la ciencia, mas nunca llegó a ser torturado.
Pero sigamos, se comenzaron a avistar estos monstruos en todas partes, al final, todos se habían encontrado con uno. Un abad de la época, Agustín Calmet escribió un pequeño libro sobre vampiros que se llamó: “Vampiros en Hungría y alrededores” (aunque su nombre completo era: Dissertations sur les Apparition des Anges des Demons et des Esprits, et sur les revenants, et Vampires de Hungrie, de Boheme, Moravic, et de Silesie) donde se contaba sobre personas que habían visto a muertos que, llevando enterrados varios días, volvían a andar y a hablar (y supongo que a ser groseros), y deambulaban por las calles infectando a sus pobladores. Contaba el escritor que los habitantes, para prevenir el problema, desenterraban a los muertos con el objetivo de cortarles la cabeza y quemarles el corazón. Imagino que tienen que haber desenterrado bastantes cadáveres.
Con el tiempo, la Iglesia Católica va a declarar a este libro como lectura obligatoria. Luego de esto, cualquiera veía un vampiro en cualquier persona y ya se tenía un pretexto para matar infieles. Voltaire escribió, en su Dictionnarie Philisophique, que entre 1730 y 1735 no se hablaba de otra cosa que de matar vampiros, todos habían visto uno, y si no, investigaban a una persona para corroborar que lo era. Se desplazaban turbas por las calles para linchar a los sospechados de vampirismo. Es curioso como los poderosos siempre han sabido inventar monstruos para eliminar a quienes les estorbaban.
Los campesinos rumanos sospechaban de la existencia de una bestia a la que llamaron nosferatu, y que deambulaba por el lugar infectando a los vivos. La única forma de matarlo era clavándole una estaca en el corazón y cortándole, acto seguido, la cabeza. Las debilidades propias del conde Drácula.
Rusia era asolada por una bestia llamada eretica. Los eretica son, según la tradición rusa, herejes que han vendido el alma al diablo. De género femenino, estos engendros se reúnen por las noches a practicar misas oscuras y se considera que su mirada provoca una muerte instantánea. En esta tradición también existen los vourdalak, que se desempeñan de manera similar a los vampiros anteriores e, igualmente, son femeninos.
Termino con este texto aquí mismo, los que desconocían este tema, ahora pueden aportar algo en alguna oportunidad en que se vean enredados en una disertación sobre vampiros. Y los que ya sabían del asunto, no tendrán nada nuevo y esta lectura habrá sido una pérdida de tiempo. De todas maneras no quiero dejar de hacer una observación: un vampiro es –lo acepto– un ser tenebroso y detestable, pero ciertamente no lo es tanto como un zombi. Ambos –digámoslo– son muertos vivos, pero el vampiro tiene mente, inteligencia y, lo mejor de todo, la inmortalidad; no así el zombi, un ser putrefacto, un semoviente que sólo responde al primitivo impulso de la alimentación. Ser atacado por un vampiro tiene –eso creo– sus ventajas, convertirse en vampiro es acceder a la longevidad, convertirse en un zombi es moverse, sólo eso.

Texto agregado el 02-05-2007, y leído por 1921 visitantes. (0 votos)


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