Un partido del Diablo.
El Diablo estaba enojado, indignado incluso. Vaya uno a saber por qué asuntos extraños del Universo, Satanás era fanático de Deportivo Linca, un equipo de buena tradición futbolística pero no de buen fútbol. Al parecer, algunas direcciones mal intencionadas habían llevado al club a la bancarrota y la consecuencia fue la de siempre, no podían comprar jugadores ni mucho menos, mantener como profesionales a los que ya tenían.
Los seguidores del nuevo equipo que habían presentado los dirigentes hacia unos meses atrás, iban a la cancha más que nada a insultar a los jugadores. Mejor ni hablar de lo que le tocada al director técnico o al presidente del club. Incluso, una noche en la que salieron a cenar ambos, acompañados de sus respectivas esposas, tuvieron que abandonar el restaurante ante las súplicas del dueño: “Lo lamento señor Gutiérrez, pero si no se retira me van a romper todo”. Efectivamente, un grupo de frenéticos seguidores del Deportivo Linca había formado una especie de marcha, un piquete afuera del local y amenazaban con entrar a buscarlos. Los comensales podían oír cánticos como: “Gutiérrez compadre, la cosa está que arde” o “aserrín, aserrán, sin paliza hoy no se van”. Por suerte para los dos, el dueño del local tenía una salida trasera por la cual pudieron escapar ilesos de tan embarazosa situación.
Así estaban las cosas para Deportivo Linca, y para colmo, el Atlético Mascarello venía con una racha ganadora, más que eso, demoledora. Parece ser que la presidencia de este club la había agarrado un fulano con mucha plata y con una gran pasión por este equipo. Los jugadores recibían premios con cada victoria y la armonía era la regla inquebrantable en este club.
Atlético Mascarello se había enfrentado un par de veces ya con Deportivo Linca y los resultados habían sido desastrosos. Hablamos de partidos que solían terminar –cuando terminaban– 5 a 0, 6 a 1, verdaderamente lamentable. Fueron estos resultados justamente los que llevaron a que Atlético Mascarello vs. Deportivo Linca fuera el super clásico de la zona. Eran partidos que se solían poner calientes. La impotencia de los jugadores de Linca y la proverbial intolerancia frente a los golpes de los jugadores de Mascarello generaban un ambiente bastante tenso.
El próximo domingo se volvían a enfrentar estos dos equipos, la gente comentaba en las calles las distintas posibilidades y resultados para el clásico. Pero no sólo la gente hablaba del partido, en las profundidades del Averno, Satanás se preocupaba también: “Estos muertos de frío van a perder, estoy seguro. Va a ser un papelón. ¡Ah!, pero no voy a permitir que esta manga de inútiles me sigan haciendo hervir la sangre, si no puedo ver ganar a mi equipo, entonces ya nadie va a verlo jugar y se terminó”. Así, el Diablo empezó a organizar su castigo. Tenía planeado hacer del partido del domingo un desastre.
Al fin llegó el día del clásico. Mediante distintas maquinaciones, Satanás se las había arreglado para que el partido fuera nefasto. Corrió la voz de que uno de los jugadores de Linca estaba vendido. Lo cual, si lo pensamos era absurdo, ya que Mascarello no necesitaba ayuda alguna para derrotar a Linca. No obstante, la gente se lo creyó, ¡y cómo se lo creyó! Luego procedió a hacer que el árbitro fuera el más alcahuete de cuantos árbitros había sobre la faz de la Tierra, ¡vigilante hasta la locura! También sembró el rumor de que Deportivo Linca estaba por mudarse a otro lugar y finalmente usó su poder para hacer que la hinchada entrara con cajas de vino. Deportivo Linca jugó de local.
Como era de esperarse, el partido fue un desastre. Al jugador que se acusaba de vendido –que a la sazón se llamaba Urrutia– no pararon de insultarlo en toda la tarde, esto provocó que se enfadara y efectivamente, empezara a jugar en contra, él dijo: “Si quieren que sea un vendido, voy a ser un vendido. ¡Manga de boludos! A su turno, el árbitro expulsó a tres jugadores de Linca y a dos de Mascarello, además de al técnico de éste último, lo cual provocó cierto descontento en la hinchada visitante. El partido adquiría más y más temperatura. Otra vez los cánticos: “Gutiérrez, compadre, la cosa está que arde” luego, el cántico se deformó en una grosería, pero sin perder la rima.
Varias veces hubo que separar a algunos jugadores que se habían ido a las manos, lo cual hacía que la hinchada de Linca se alborotara cada vez más. Se oía que cantaban: “Si nos llegan a mandar al bombo, va a haber quilombo, va a haber quilombo”. Por fin, la cosa estalló cuando Urrutia –gran jugador, cuando se lo proponía– metió un gol en contra y fue a cantárselo a su propia hinchada. Eso fue el detonante. Pocas veces se han visto grescas como la que se vio esa tarde, jugadores, espectadores, policías y hasta bomberos, todos fundidos en un gran intercambio de golpes e insultos, y de trasfondo se oía, una y otra vez, la rima poco feliz, sólo que ahora, el homenajeado era Urrutia.
La justicia prohibió tajantemente que Deportivo Linca volviera a jugar, es más, le prohibió cualquier tipo de vinculación con el fútbol. Gutiérrez y Urrutia se tuvieron que mudar a otra ciudad y nunca más se los mencionó. Con el tiempo, Deportivo Linca ya estaba en el olvido y Satanás se hizo hincha de Atlético Mascarello, que por cierto, llegó a jugar en la B nacional y hay quienes aseguran que alguna vez peleó por el ascenso.
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