Entre dragones que escupían fuego sobre los valientes ejércitos de Rodbdrbrandbt, el caudillo mágico de la luz blanca, que, los seguidores de la serie sabemos bien que en realidad es un mero sirviente de la bella Krastavira, la gran hechizera de la legión dorada de los defensores de la madre naturaleza, personificada en la joven Lira Kamuzoto; mientras territorios enteros se derrumbaban ante la convulsion del enfrentamiento entre los mismisimos elegidos del bien y del mal, en feroz colisión, en para la mente o la vista inabarcables cantidades de soldados llenos de convicción y feroz energía, mientras rabiosas piedras gigantes de fuego volaban en centenas, kilometros a la redonda, allí; el tiempo se detuvo.
El joven Kribllian miró a su leal compañero y sirviente Jruba, que era gordinflón y pecoso. Ambos vestían armaduras que emanaban luz, de pureza y gloria a la Gran alianza contra la astuta maldad de Krollb, y a los fantasticos países hoteleros de Villa Braskitrikins en las lomas del Ortobrenn alto.
Kribllian de repente recordó su infancia. Como pasaba corriendo al lado de la fuente en la lejana casa del campo. Cómo los tiempos eran pacíficos y los viñedos eran color de rosa, y llegaban hasta el horizonte. Como su madre le preparaba aquel delicioso pastel de crema de maní y arándanos y, discretamente usando sus cualidades mágicas que heredó de su padre, el mítico Yonhuiliam, lo sazonaba de forma que era imposible igualar tal sabor.
Recordó todo eso y lloró.
Luego con furia escapó de su ensoñación, y haciendo oídos sordos a los llamados de su leal sirviente, se lanzó de lleno con su espada contra el enemigo, gritando "AAAAAAAA".
Fue así que con su espada atravesó el vil corazón de Mijailov, que explotó acompañado de un grito polifónico.
Y fue así que el mundo de Vristribonsi quedó finalmente a salvo del mal. |