Esta es la historia que siempre se repite, la de un hombre que se casó muy, pero muy jóven y tuvo un hijo. La juventud, la inmadurez, los vicios, le hicieron hacer cosas que bloquearon su camino, echó todo por la borda y dejó de ver a su hijo (entre otras monerías por el estilo).
Pensó que huir iba a ser la solución. No... si uno siempre piensa: "me voy para no volver nunca más"... como si los recuerdos no se fueran con nosotros, por lejos que nos vayamos.
Y allí se fueron, atrasito de él, pegaditas a sus ojos la mirada tierna y la voz de su hijo, al que empezó a ver cada vez menos... y a extrañar cada vez más, desesperadamente, desgarradoramente. De aquí para allá, de allá para acá, primero por el país, luego por la ciudad, luego por la calle, luego por la casa, luego en la misma habitación, como fiera aprisionada, desolada.
Hasta que un día su vida dio un vuelco: apareció un hada que se puso a mover las estrellas para él. Si hablaba con los animales, con las aves, con las plantas y las flores, ¿porqué no podría mover las estrellas? ella misma era una. Porque ella no tiene aura, la maestra Laura le dijo que era un ser de luz, pero el Maestro Gorrión dijo que ella es una vasija vacía que transporta a la luz (aunque la luz no sea ella misma, ni le pertenezca). Lo cambió, lo transformó, le dio esperanza, le trajo luz.
En poco más de un mes esa sencilla mujercita le dio (y recibió de él) todo el amor que por años había estado esperando, y la fuerza, y el valor, y ella lo cuidó, como un arado que sabe que pronto dará fruto... y lo dio. Y ella también se transformó y se volvió mejor (creo que ya no es nada más una vasija).
Hoy... él pudo reencontrase con su sangre, con su carne, con su creación, con su clon, con su delirio, con su amor, con el inmenso cariño que creció entre ellos, los dos, aunque estuvieran separados...
¡Y ella fue invitada a presenciarlo! (y nunca dejará de agradecerlo). El rostro tenso, rojo, las manos sudando (ella le ofreció su falda para que se las secara, y su regazo para que se tranquilizara), el querer que pronto llegaran las 10:00 pm, la pizza, un regalo... pero un ser de luz también necesita una ayudadita: Yameli, Rossy y Mayra, también ángeles de la guarda, propiciaron el encuentro... el recorrido a su casa, la noche, la hora, los semáforos, el tránsito, los autos, un claxon...
Todo valió la pena por verlos mirarse a los ojos, padre e hijo, besarse y fundirse en un abrazo... Y decirse que se amaban y que se habían extrañado mucho... Hoy bailaron las estrellas, hoy silbaron las olas, hoy los ángeles cantaron, hoy supimos del amor... ¡Porque todo el amor del mundo estuvo entre ellos en ese momento!
Para Alex y Alex Eleria, "los niños de mis ojos"...
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