Resultaba que aquella tarde me encontraba creativo, había comido como nunca y después de una larga siesta, a la vista de que no tenía nada que hacer, me puse a inventarme una religión. Si, como oyen, invente una religión. Comencé por ponerle un nombre a un gran dios, se llamaría Crición, si, ¿porque no?, y lo describí con un largo pelo rubio que representaría los rayos del sol y una enorme esfera de cristal en la mano, que representaría a la luna. Si, una de estas bolas en las que los adivinos dicen que ven el futuro. Este gran dios tendría una enorme capa azul que haría de mar, y porque no, unas enormes botas de dura roca que serían las montañas que causarían terremotos. Así pues, acabé de dar los últimos matices a mi dios y después de inventar una historia en la que de la sangre de este peculiar personaje se crease al hombre y a la mujer, comencé a divulgar de aldea en aldea mi nueva religión. La verdad que ni yo me la creía, pero resultó que mi pequeña travesura tuvo un gran recibimiento entre las gentes de alrededor, que necesitando creer en algo, con el tiempo, inventaron bailes y ceremonias para honrar a este nuevo dios.
Yo hube muerto de anciano para cuando mi religión se extendió a otras comarcas, pero poco a poco fue creciendo más y más el Cricionismo. Algunos y algunas se encargaron de inventar nuevas historias alrededor de la mía, y poco a poco y con la ayuda del tiempo, se empezaron a erguir templos y estatuas. Mi cuento sólo daba esperanzas a las gentes y era del todo inofensivo hasta que, al extenderse tanto, chocó con tierras en las que alguien se me adelantó e invento otra religión.
Hubo guerras, las diferentes ideologías, porque ahora cada religión representaba una ideología, se enfrentaron de tal manera, que miles y miles de personas perdieron la vida en nombre de un triste entretenimiento como fue mi religión.
Las criticas mas duras son el mejor calzado para seguir caminando
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