Goma de borrar
Se mueven tres soberbios infrahumanos
entre la cris
De orientales las castas les quedaron
Vamos por más orden, pero el que elige se llama
¿Dharma?, ¿Griegos foucaultianos?,
creo que estoy hablando buen francés a estas horas
tras la miseria del bien, el sillón de piedra,
como un monumento al ocio.
Esperando para otros
El calor de la cripta, el frío del vino,
El fino frío hilo de vino, en una gruta,
Donde el barullo del tiempo no roza a las palabras
Despertó con dos sombras, no se trataba de las luces de la ciudad proyectando sombras infinitas para cada usuario. Estaba en un cuarto con una lamparita de cien y tenía dos sombras: una ocre, la otra azul marino. Siguieron sin escucharlo, siempre fue mucho más interesante el tipo con tres huevos, lo es desde tiempos inmemoriales. Todos sabemos (creo), que el tipo de tres huevos no se los ganó por mérito ni le quedan incómodos, es solo ese tercer huevo nauseabundo de la injusticia, de la alcahuetería y del machismo, que como en un azar pone al paja ese por encima de hombres más honrados pero más tontos que él.
Bueno, el no tenía tres huevos, si no dos sombras, nadie lo iba a escuchar y no tenía plata para lapicera ni cuaderno, ni un grabadorcito. Por eso es y será inédita la conversación que mantuvieron entre los tres, en aquella buhardilla, aquella ¿tarde?, solo Vasilly y Vincent fueron espías de la conversa y sus telas sugieren que hablaron de cosas que siempre están y nunca se ven, no me acuses de simplista, lector instruído; ni de iluso, lector ingenuo. Tomensé los dos de la mano y paremsé diez minuto frente a cualquier cuadro de alguien que no haya sido adulado por sus contemporáneos. |