Cuando comenzó mi paseo por la salitrera de Santa Laura, a 47Km de Iquique; me estremeció el frío, se izo sentir al instante la presencia de algo que no podía comprender; el ruido de los demás turistas me hacían distraer._Emprendimos el viaje, mientras el guía nos relata sobre la vida de los pampinos, quienes eran, una casta de hombres sufridos, que venían de varios lugares de nuestra patria(Chile), cuyo espíritu de fuerza y sacrificio se delata en la historia; y además todo lo relacionado al salitre, también de la vida social que estos llevaban, jugando grandes pichangas entre los obreros y algunos de sus hijos, era una turba inmensa de casi 30 a 40 obreros que jugaban; como explicaba el guía, además de la participación que tenían cada fin de semana en el salón de baile, en el cual tomaban números para poder tener pareja para bailar, y por supuesto de quienes dirigían las salitreras, quienes hacían uso de la cancha de tenis que había en Santa Laura, también tomaban sombra, después de las horas de trabajo en los jardines que quedaban en la parte oriente de la casa de administración; y de la forma de pago que utilizaban para los trabajadores, la cual era en fichas, que canjeaban por comida y ropa en las pulperías que se encontraban en las mismas salitreras. Fue entonces cuando me fui quedando atrás, y definitivamente perdí al grupo._Entre en un espacio tenebroso donde me capturo nuevamente esa sensación de frío…esas enormes estructuras de lata, maderas y hierros envejecidos por el transcurso del tiempo. De repente se movió una gran maquina, era un molino, que comenzó a funcionar, se sostenía en el aire el sonido de la piedras que se iban machacando; no podía ver bien. Pues el susto me tenía detenida en el tiempo; fue así cuando divise muy difusamente la figura de un hombre que no vestía ropas como las que usamos hoy, tenía un traslucido traje blanco con un pañuelo o algo así en el cuello, de pronto, deje de verlo; me gire y ya no estaba, me recorrió un escalofrío, que casi me congela el alma; el molino que escuche en un instante ya no se oía. Nuevamente me reuní con el grupo, seguían al guía por la salitrera mientras nos interiorizábamos sobre el funcionamiento de esta; ahora estaba con los demás y vi nuevamente al hombre vestido de blanco pasar por detrás de una estructura de lata, él me pedía con su mano que le siguiera, me volví y mire a todos los que me rodeaban, pero nadie, se había dado cuenta de lo que yo había visto. El miedo me paralizó y nuevamente perdí al grupo. Bueno seguí a mi instinto y me dirigí al lugar que me apuntaba el pampino; era un carro de ferrocarril le llamaban “java” lo usaban para transportar a los trabajadores; allí me quede un momento inmóvil casi sin respirar, cuando nuevamente ¡el hombre se apareció!, esta vez estaba sentado en el uno de los tablones roídos de pino Oregón dentro del carro; el inclinaba su cabeza, como descansando de su ardua labor, como si viniese de los “serpentines”,lugar donde trabajaban a más de 50 grados de temperatura sin desmayar, para cubrir las cuotas de salitre que les imponía la administración; Cuando el pampino iba a dirigirme la palabra; alguien toco mi hombro,¡ me asuste! Y salte de un brinco. Era el guía quien me relataba, que hacia mucho rato que me andaban buscando. Sin darme cuenta, ya era de tarde, casi entrando la noche. Me quede con la sensación que algo había quedado inconcluso para mí ¿por qué el pampino no me había dicho lo que quería? Me parecía muy extraño. Llego el momento de subir al bus para nuestro regreso a Iquique; fui la última en subir y cuando voltee por ultima vez, vi nuevamente al pampino diciéndome adiós…Prometí que algún día regresaría a este lugar tan maravilloso, lleno de fantasía y esfuerzo. Para descubrir los misterios de quienes dejaron su vida en el caliche…
Clarté.
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