Dime de que lloras
si con el pasar de las aguas
es más lozano el corto amanecer.
- Dime, solo dime de que lloras.

Entremos en una tregua, de amistad,
para pronunciar los daños y dolores
que nos hemos infligido.
- Dime, suavemente, lo que quieras expresar.

Siéntate en una fresca sombra,
allá, junto al árbol de ramas anchas
y mira a tu alrededor.
- Dime, ¡no es bella la mañana!

Enjuaguemos, de nuevo, nuestros cuerpos
con los sudores de un lecho infiel
que a diario nos consume y nos desea.
- Dime entonces que no eres feliz.

Creamos una bestia de amores vanos
con las tintas de nuestra sangre hemos
escrito el romance prófugo y presente.
- Dime, ¿Cómo haremos para salir?

Me canso y me canso
los días; van surtiendo los caminos
en que a diario nos encontramos
- Dime, ¿Es esto lo que buscamos?

Con cantos desconocidos en los caminos
me introduzco a tu ancho cuerpo amoroso
sin el temor de los rencores que nos llenan.
- Dime, ¿Si en las tardes estas siempre?

Me alejo con tu imagen en mi amplia frente
sabiendo que lo nuestro seguirá un placido rumbo
de amores a escondidas, de amores a ciegas.