El amamantamiento de la oscuridad,
el desmantelamiento del velo protector,
un hada que se eleva en el aire
nos suspira al oído la sentencia del destino:
"Muere huyendo".
La dirección de las palabras
orientadas al deshecho,
hierven en intrincadas discusiones
que se congelan con el tiempo.
El amor y el odio,
la ternura y la frialdad,
los deseos y la realidad,
todo parte de una misma tragedia
de la que no se puede escapar.
La soledad y la desolación,
el acecho y la obsesión,
la persecución y la perdición,
la desconfianza.
La impotencia de raíz
es un viaje imposible que se extingue
en la extraneidad de los extraños,
la gente que nos mira,
los que devolvemos la mirada,
el miedo, la inseguridad...
el eterno ocaso recreado
hasta el hartazgo ilimitado
de un caprichoso Dios.
Los colores de mis indicaciones,
se reafirman en un todo inexorable,
con distintas densidades,
quieren servirse de la fuente de tus males,
aliviarlos, abrazarlos y contenerlos.
"Mi latir no sirve sin tu entrega" dice el corazón,
"la comprensión es necesaria" dice la mente,
"únete a mí" dice el alma.
El llanto de los ángeles
despierta heridas sin curar,
sus lágrimas queman
cada dimensión de la existencia,
"es tiempo de sanar y sonreir" dice uno mismo.
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