El recuerdo se bebe
como un vaso de agua,
dulce o salobre,
deteniendo los instantes por entero,
sumando tragos, sin pausa,
desprendiendo imágenes,
como en un escaparate,
desbordándose en silencio.
El recuerdo aviva témporas,
reconcomios, inquietudes,
deshilacha todas las ternuras
esclavizando al tiempo;
canta rueda y se encadena,
en una sola nota y con un solo instrumento,
sometiéndose a nuestro presentimiento,
ardiendo con lengua de fuego,
erizándose en el borde de los tiempos,
y abriendo surcos,
siempre paralelos,
se anuncia, subsiste,
surge como lluvia, precipitándose
sobre la sombrilla de la memoria,
el recuerdo
|