Lloró tres noches consecutivas con una almohada en el rostro para que los demás soldados no se contagiaran de su tragedia y perdieran toda esperanza como él. A la mañana siguiente de la tercera noche despertó sin tristeza y algo parecido a la calma lo inundaba, la esperanza, sin embargo, no volvió. Desde entonces se convirtió en alguien que se sabe perdido pero lo acepta, como un enfermo terminal que sabe que morirá y espera con absoluta serenidad el dia del fin.
El tiempo transcurrió así, sin importancia, llevándose soldados y pseudoamigos del cuartel que no lloraba, pues ya estaban perdidos desde el mismo momento en que pensaron, al igual que él, que pelear en Irak era, no tan solo una buena idea, sino un deber de todo buen patriota.
Un dia, que debía ser igual que todos los demas, en un interrogatorio a un prisionero se sintió vivó otra vez. Hacía mucho que no se conmovia por nada, ni siquiera con la muerte constante. Lo habian dejado solo con él, la mayoría de los marines estaban exhaustos como para presionar a un sujeto a hablar, el se ofreció.
El tipo tenía cara de niño, a pesar del bigote y los dos días sin dormir que llevaba a cuestas. Tampoco tenía miedo, lo vió en su mirada, se mantenía erguido en la silla a la que estaba amarrado y contestaba todas las preguntas con presición mecánica, pero no decía nada importante.
Aquel sujeto era como él y lo investigó como quien se explora a si mismo. Le preguntó por sus motivos y sus miedos, y se vió en sus ojos como un espejo, sin embargo, había algo en ese tipo que lo diferenciaba de él, algo que lo hacía mas decidido, mas audaz y valiente.
(continuará)
|