Me despierto, y lo primero que viene a mi mente, es lo que ha pasado. Veo el reloj, y me doy cuenta de que aún tengo tiempo de dormir un poco más. Giro una y otra vez, me volteo hacia un lado y hacia otro, intentando buscar una posición más cómoda, aún sabiendo que el malestar e incomodidad se encuentran en mi mente más que en mi cuerpo.
Pienso una y cien veces en las palabras que quiero decirte, pero se aglutinan en mi cabeza y siento como me ahogan y afligen cada vez más. Logro dormir un poco, pero sin soñar.
Despierto, y me doy cuenta de que aún es temprano; pero me levanto, tomo mi celular y comienzo a escribir: “Hola! Cómo estás?” No, lo borro, así no debe comenzar. “Lo siento”, tampoco.
Sé bien que él no tuvo la culpa, aunque me dijo que podía culparlo, tú tampoco, ¿yo? si, quizás.
Decido meterme a bañar, y en el baño, sólo puedo pensar en ti, no me interesa la espuma, no hago burbujas de jabón con la boca, no estoy de humor para eso. Salgo envuelta en la toalla, y creo haber encontrado lo que quiero decir. Lo escribo y te lo mando.
Enciendo la computadora y lo primero que aparece es nuestra foto, una de tantas –porque al parecer las amamos- pero ésta, en especial, es terrible. Tenemos caras fatales, a pesar de la ocasión especial; mi hermana la puso de broma, pero ahora no me parece gracioso. Me conecto a internet, y después al MSN, platico con quien quería platicar, y le digo que no estoy bien, que no sé que pasa conmigo. Me dice cosas bellas como siempre e intenta reconfortarme, me pide disculpas por si tuvo algo que ver; se lo agradezco, pero no puedo dejar de pensarte.
¿Que piensas que es tonto? ¿Que estoy loca? ¿Que no me entiendes? Lo sé, y lo siento. No dije que no fuera tonta, paranoica y a veces un poco loca. Lo acepto.
Pero ¿sabes? A pesar de que lo intente, sé de sobra que no puedo disculparme por mis sentimientos y pensamientos. Aunque con ellos, no pretendo herir a nadie, y ¡si! Prefiero que se queden dentro mío, y quizás solo me dañen a mí.
Intento pensar en otra cosa –como si eso fuera posible-. No sé si quiero que mi celular suene, o prefiero que siga así.
Y me doy cuenta de que a pesar del tiempo, la distancia, y también las tonterías que nos separen, todo me recordará a ti de cierta manera, todo tiene y seguirá teniendo un aire que te traerá, nuevamente, a mi memoria. Veo el violeta, el turquesa, el verde, accesorios, productos, lugares, una mancha de pintura en la pared (que me recuerda al verano pasado ¿recuerdas?), y de cierta manera, todo me vincula a ti.
Me cepillo el cabello y me doy cuenta de que olvidé ponerme acondicionador, me echo “verdito”; y obviamente sigo pensando en ti.
Tomo el jugo de toronja rápido, porque veo que ya es tarde. Me cepillo los dientes y después un poco los labios –con eso también te evoco-. Dijiste que te gustaban los zapatos que hoy uso, y el color verde de mi blusa me hace pensar en el amor que tuviste algún día por ese color.
Después, al acercarme al escritorio para apagar la computadora, veo doblada la hoja de mi signo zodiacal. ¿Te acuerdas de esa tarde en Galerías (nuestras Galerías)? Dice que eres mi rival en el amor, porque eres tan sensible como yo, pero los de tu signo no dramatizan, ¡Ouch! Todos sabemos que aún así te amo, y quiero pensar que tú aún así me amas, y no puedo sacarte de mis pensamientos. Y sé que quien no te conozca, no me conocerá.
En esta atmósfera, no puedo dejarte aparte, por lo que no intento hacerlo. Sabes que te amo y que así será por siempre; nadie, jamás, ocupará tu lugar. Sí, también lo siento, pero no sé como demostrarlo.
Por las calles y en el metro, no hay nadie como tú, nadie de color rojo, con tu piel y tu cara. Nadie con el cabello perfecto y la mirada comprensiva que entiende. Nadie, nadie, solo tú. Veo cabellos parecidos al tuyo, sacos, pero sé que no eres tú. Y te extraño.
Intento regresar las lágrimas, sabiendo que es imposible, soy muy emocional –aún no sé si demasiado- y eso, en ocasiones, no es tan bueno.
Las canciones me recuerdan a ti y a mí. Algunas me recuerdan tu voz cantando, o alguna situación en particular; como estar en el piso de tu recámara, cantando y posiblemente a mí llorando.
Todo se arreglará, lo sé y creo que tú también lo sabes. Sé que estaremos bien, venceremos las crisis, seremos fuertes nuevamente y diremos que no fue gran cosa y que posiblemente todo es bello una vez más. Pero no dejo de sentirme tonta, extremada y completamente estúpida.
Sin embargo, sé también que las cosas cambiarán, aunque sea un poco, cambiarán. Aunque intentemos negarlo, aunque no queramos que suceda, pasará y es a eso a lo que más le temo: a perder el lazo que nos une, aunque después construyamos nuevos, tal vez más fuertes. Pero, sí, tengo miedo.
¿Acaso fueron varias cosas que tenía dentro? Tal vez no solo era eso.
Intento resumir un día en diez minutos al teléfono o cibernéticos, y eso es prácticamente imposible. Todas las emociones, alegrías y tristezas de un día, no caben por esos espacios. Y de pronto, siento que lenta y silenciosamente te pierdo, que posiblemente cada vez, cada día te conozco un menos, y me conoces menos a mí.
¿Y sabes que nadie ocupará tu lugar? ¿Sabes que no quiero perderte? ¿Y sabes que te amo? ¿Me amas tú?
Sí, lo sé, lo hemos dicho mil veces. Pero una más no sobra.
Pero de cualquier manera, quiero escribirte algo, deseo que entiendas lo que siento. Me siento en cualquier lugar, solitario –porque faltas tú- y deslizo la pluma que repentina y rápidamente avanza; porque me inspiro más y mejor cuando estoy triste. Hoy tampoco lo veré a él, no llegará el abrazo prometido, no tendré con quien llorar, porque intentaré fingir que nada pasa.
Respiro una vez más, y vuelvo a leer las primeras frases que he escrito:
“Me despierto, y lo primero que viene a mi mente, es lo que ha pasado…” |