Se acabaron las manzanas en la ciudad y todo el mundo las hecha de menos. Hay sueños de olores y confesiones de almohadas que confunden. Faltan en los postres, las comidas y los jugos. Falta su olor verde, natural y deslenguado. Tengo ganas de ese fruto, tierra mezquina y siniestra que nos da y nos quita, que nos enseña a disfrutar de lo poco, a - aprovechar el momento –tartamudos- sonrientes, fluorocentes, rientes, entes.
Justo con la esperanza desapareció el verde, verde; prohibido fruto rrrojo amargo y deletreado, pasión robusta, babosa, sarcástica. Te fingí y me fingiste, volviste y te fuiste punto me envenenaste y punto.
Son las 19 y tengo ganas de 20, no lo sé, quizá, hay olor a manzana verde.
Me queda una pepa en el bolsillo ¿nacerá alguna manzana de tu vientre? Te riego y me mojas, convérsame y te ayudo, para que crezcas, para que crezcamos a la salud de mi placer.
Flor estúpida, tierra inerte, déjame vivir a concho y comer con ganas; tapar mis encías de tu verde, poner mis labios en tu superficialidad, escupirte y olerte -inocente malabarista- me dejaste con ganas de nuestro show, pagué la entrada y no te miré como era debido.
¿Quién será el responsable de esta pérdida? El tipo del negocio, los acérrimos compradores, los intendentes, el gobierno, presidente, California, la pachamama o mis ganas. Me quedé con hambre, hoy por hoy, de esa manzana.
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