El Estado
de mi alma
y mi razón
declaran la guerra
a mi corazón,
por daños
y perjuicios
en contra
del cuerpo
que habita.
Por enamorarse
de quien no debe,
por obligar
a sus ojos
a no dejar
de admirarla.
Por convertirla
en dicha
y pena,
en el ser más
importante,
por obligar
al alma
a derramar
las preciadas
lágrimas.
Declaro la
guerra indefinida,
por todo el daño causado
al guardar esperanzas
de ser amado
y de volver a amar.
Declaro la guerra
sin cuartel;
se cortarán los lazos
entre mi rostro
y el corazón,
menguaran las
palabras
y sólo se mantendrá
el protocolo habitual.
Declaro la guerra
como general
de alma y razón,
se crearán fronteras
infranqueables,
se protegerá
con armas
de sarcasmo
de grueso calibre,
se cortarán
sus suministros
de afecto
hasta su rendición
y acatamiento
de la razón,
o su muerte.