TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / faroblanco / EL TONTO DEL PUEBLO

[C:286204]


EL TONTO DEL PUEBLO


En un pequeño pueblo de la Costa Brava los días estivales invitaban a remojar los cuerpos una y otra vez en aquel agua transparente que vestía y desvestía a los millones de granos de arena que poblaban los bordes de la larga y limpia playa.
Por la tarde apetecía dar paseos por el pueblo, dónde miles de colores reflejaban la alegría de las calles y de las personas que las transitaban. Aquella tarde iba a ser diferente. Justo en el centro del pueblo había un campo de fútbol sala. Estaba abierto al público. En él, muchos días se podía ver correr tanto a niños como niñas detrás de pelotas que parecía no se podían estar quietas. Aquel día era el señalado para que diese comienzo un torneo de ese deporte. Se suponía que iba a acudir mucha gente como así fue. Eso a Tito no le preocupaba porque el estaría en primera línea viendo los partidos. Le gustaba mucho el fútbol y la responsabilidad que le habían dado en ése torneo. Sería el encargado de las pelotas. Se tenía que cuidar de ellas, de que estuviesen bien hinchadas, de irlas a buscar cuando saliesen del campo de juego e incluso si a alguna le diese por salirse del estadio, aunque eso ocurría muy de tanto en tanto.
Tito era muy conocido y querido por los habitantes del pueblo. Todo el que se cruzaba por la calle con él le hacía alguna observación, bien sobre lo contento que se le veía o bien sobre la buena pinta que tenía con aquel chándal que estrenaba para la ocasión.
Oí como unos extranjeros le preguntaron sobre el torneo y él con la simpática que le caracterizaba y gesticulando mucho para que le entendiesen mejor les explicaba: Hoy es el día en que se juegan más partidos. Se juegan ocho. Habrá ocho ganadores. Mañana sólo jugarán los ganadores, o sea cuatro partidos. Pasado mañana se jugarán tres, dos de semifinales y la final. Que lástima que tan dulce individuo tuviese una mente que a veces le jugase malas pasadas.
No era habitual que Tito no se equivocase ninguna vez en una explicación tan larga, pero es que el fútbol le gustaba mucho y se había estudiado los horarios y los partidos para no equivocarse con las horas y no faltar a sus responsabilidades.
Si alguien le preguntaba con que equipo iba, no tenía ninguna duda, iba con el equipo en el que jugaba su vecino del pueblo, que además de ser muy buena persona, era el capitán y su ídolo.

El campo estaba lleno. Habían cerrado hasta los comercios. Más del noventa por ciento de los habitantes del pueblo se encontraron allí. También vino gente de los alrededores para animar a sus equipos. Se sumaron a la fiesta muchos turistas que veraneaban por allí.
Hubo primero música, después varios números artísticos y más tarde la presentación de los equipos. Por fin comenzó el torneo.

Acabó aquel día a altas horas de la noche.
Tito volvía hacía casa con la emoción incrustada en su cara, y aunque cansado se le veía contento no sólo por haber hecho a la perfección su trabajo sino también porque el equipo de su amigo se había clasificado para la tarde noche del día siguiente.
Esa noche Tito soñó con la emoción de los goles celebrados y se vio a si mismo aplaudiendo y celebrando las alegrías de su equipo.
El segundo día del torneo el campo estaba (si es que se hubiese podido medir) más lleno que el día anterior.
Tito llegó casi antes que nadie para cerciorarse de que las pelotas estaban en condiciones. Cuando comprobó su buen estado se sentó en uno de los banquillos de los equipos. Pensó en que sólo habría cuatro partido. Que no habría ni números artísticos ni presentación de los equipos, pero que valdría la pena tanto o más que el día anterior por la emoción de saber si su equipo llegaba al último día del torneo o quedaba eliminado. Empezó a ver como se iba llenando el campo. Sin moverse del sitio vio como su vecino llegaba, con que elegancia llevaba su bolsa de deportes, lo bien que le sentaba la ropa, el porte con el que andaba. Por un momento pensó que le gustaría ser el, pero aquello era imposible porque el era Tito el encargado de las pelotas.
Aquella noche Tito volvió muy contento hacía su casa. De nuevo su equipo se había clasificado. La emoción se había hecho extensiva hasta el último día de torneo. Le costó dormir. Cuando lo consiguió, volvió a soñar con aplausos, con goles, con celebraciones. En su mente daban vueltas tantas acciones del lance del juego, tantas emociones vividas, tantos momentos que creía que serían inolvidables.
El vecino de Tito, Marc, mientras le daba vueltas a otra cosa. Por no sabía que razón, al llegar al terreno de juego ese segundo día, sintió que una gran fuerza le invadía. Poco después se dio cuenta que la fuerza que sentía era la que le propinaba la mirada que desde lejos le prodigaba Tito sentado desde el banquillo del terreno de juego. Era una mirada llena de admiración mezclada con aprecio y que parecía querer decir: Hazlo por los dos que tú puedes. Esa mirada aquella noche la tenía grabada a fuego y fue entonces cuando se le ocurrió algo que intentaría poner en práctica al día siguiente. El pensar en ello pareció sentarle bien y pronto se durmió.
Llegó el día de la gran final. Aquella tarde noche pintaba con un color algo especial, como anunciando que algo grande iba a ocurrir.
Tito, como los dos días anteriores se personó de los primeros para cumplir con sus obligaciones. Sólo cuando hubo acabado sus tareas se sentó para pensar cómo podrían transcurrir las cosas. Empezó a repasar, habría tres partidos pues sólo quedaban cuatro equipos. Si alguien lo miraba podía fácilmente entender sus pensamientos ya que se le veía contando con los dedos los equipos que quedaban. Cómo después de los dos partidos, sólo quedarían sin estar eliminados dos equipos, justamente estos serian los que jugarían la final.
El campo estaba tan lleno como los días anteriores sino más. Tito seguía con sus pensamientos. El primer partido no le importaba mucho ya que su equipo jugaba en el segundo pero igualmente estaba centrado en cumplir con las tareas que le habían encomendado.

Empezó el primer partido que acabó sin incidencias. Ya se sabía uno de los finalistas.

Cuando en el segundo partido su equipo ganó, se le podía ver contento explicando que él era seguidor de ese equipo.
En cuanto pudiese quería felicitar a Marc.

A Tito se le cambió la cara cuando vio que Marc se le acercaba con el semblante muy serio. Empezó a repasar mentalmente las cosas que había hecho. No había ninguna que el creyese que había hecho mal. Cuando Marc llegó a su altura le dijo:

- Tito, hemos de hablar.
- ¿He hecho algo mal? Marc.
- No Tito, todo lo has hecho perfecto.
- Entonces no entiendo tu cara seria. Tendrías que estar contento, estáis en la final.
- Mi cara seria es de concentración. Me gustaría que ganásemos este torneo.
- Y lo ganaras, Marc, eres muy bueno.
- Tito, he dicho que me gustaría que ganásemos este torneo, y cuento contigo.
- ¿Conmigo? Pero si yo lo hago lo mejor que sé
- Ya lo sé Tito, pero necesitamos tus ganas de ganar. Porque ¿tienes ganas de que gane nuestro equipo? ¿verdad?
- Pues claro Marc.
- Entonces tienes que llevar debajo de tu chándal nuestro equipamiento, pero no se lo digas a nadie. Es un secreto. Vas a ser nuestro amuleto de la suerte ¿Qué te parece?
- Lo que tú digas Marc.

Empezó la final y muy pronto se pudo ver que había un equipo que presumiblemente iba a ser el campeón del torneo. Tito estaba contento. Parecía que el que él llevase puesto debajo de su chándal el equipamiento de su equipo, les había dado fuerzas y suerte. Ya casi lo estaba celebrando por dentro, faltaban cinco minutos y su equipo iba ganando cuatro a cero. Fue entonces cuando se percató de que el entrenador de Marc se levantó del banquillo y se le acercaba sin motivo aparente.


- Chico, calienta.
- No le entiendo señor entrenador.
- Que calientes.
- ¿Qué quiere decir con eso señor entrenador?
- ¿Tú sabes lo que es calentar?
- Si señor entrenador.
- ¿Y qué es?
- Hacer ejercicios y correr para prepararse para salir al campo.
- ¿Y a qué esperas? ¿No llevas el equipaje debajo de tu chándal? ¿No quieres jugar?
- Si señor entrenador –dijo Tito con cara de mucha sorpresa-

Tito empezó a calentar. Una sonrisa algo preocupada le pintaba la cara. Empezó a sentir la responsabilidad que causaba el jugar en un equipo y el que tantos ojos estuviesen pendientes de uno.
Alguien se percató de que Tito corría por la banda, pero como llevaba el chándal puesto, no pensó en que pudiese estar calentando. Pero fue al mirarle a la cara y verle preocupado lo que hizo que comprendiese que estaba a punto de suceder. Se levantó de repente de su asiento y tímidamente grito muy fuerte:


- Tiiiiiiiiiiiiitttttttttttooooooo.

Todas las miradas se dirigieron hacia él. De golpe todos se dieron cuenta y el grito fue unánime:

- Tiiiiiiiiitttttttoooooooooooooo Tiiiiiiiiiiiiitttttttoooooooooo.

Se paró el partido, el equipo de Marc había pedido tiempo muerto a falta de dos minutos.
El entrenador hizo despojarse a Tito de su chándal e hizo que sustituyese a Marc.
Marc se quitó el brazalete de capitán y se lo puso a Tito en su brazo.
Todo el público aplaudía a rabiar a la vez que coreaban el nombre de Tito.
Fue entonces cuando Tito sintió el amor que le tenía su pueblo. Las piernas le temblaban. ¿Es que la gente no sabía que el casi no sabía ni darle a la pelota?
Las últimas indicaciones del entrenador fueron:

- En cuanto os sea posible, pasar la pelota a Tito. Es la única posibilidad que tenemos de marcar el quinto gol. Marc está muy cansado y lo he tenido que cambiar.

¿Se había vuelto loco todo el mundo? Pensaba Tito. O es que aun no me he levantado de la cama y estoy soñando algo que no está sucediendo. Aunque es tan real.

Se reanudó el juego. El partido casi estaba acabado. El portero saco la pelota hacía un compañero de Tito, este se la pasó a él. Todo el campo coreaba su nombre.
Tito paro la pelota como pudo, al levantar la vista vio que todos sus compañeros estaban marcados y que un contrario se le acercaba. Intentó pensar en lo que hubiese hecho Marc en ese momento y casi con los ojos cerrados engañó al rival.
Sintió que casi explotaban sus oídos oyendo corear su nombre, adelantó unos metros y otro contrincante le salió al paso. Sin saber como, también se había desecho de él.
Continuo avanzando, se encontró cara a cara con el portero rival. Levantó la vista y lo único que vio era que todos sus compañeros estaban marcados y que le decían algo, que él no lograba oír por los gritos de ánimo del público. De repente vio a Marc entre multitud de caras. Entonces fue cuando resonaron en su mente las palabras dichas por el entrenador. “Tito es la única posibilidad que tenemos de marcar el quinto gol”. Entendió de golpe lo que le estaban diciendo sus compañeros: “chuta”.
Y vaya si lo hizo. El portero se estiró para el lado contrario. Tito había marcado. Todo el campo estalló en un gooooooooool que se marcaría en la mente de Tito una y otra vez. Uno y orto día y otro más.
El partido había acabado, pero no así las alegrías para Tito pues fue él, como capitán, el encargado de ir a recoger la copa de ganadores. Mientras lo recogía, fuegos artificiales iluminaban la noche más hermosa que tendría Tito en toda su larga vida.

Entre vestidores quedó la charla que Marc tuvo primero con su equipo y más tarde con el equipo contrario, antes de empezar el partido de la final. Éste acordó que Tito saldría a jugar y a marcar un gol en los minutos finales del encuentro, si ese gol no tenía trascendencia para determinar uno u otro ganador del torneo. El equipo de Marc se esforzó todo lo que pudo y más para ganar el partido por un margen suficiente como para darle la oportunidad a Tito de cumplir su sueño. Jugar un partido de verdad. El que el equipo rival se sumase a la fiesta del torneo dejándose marcar un gol por Tito sirvió a la postre, para que ellos mismos no se sintiesen perdedores. Todo el mundo ganó aquella noche pues quedó todo iluminado por la felicidad que Tito desprendía. Que poco nos costó hacerlo feliz y cuanta recompensa recibimos a cambio.


Gracias Tito por esa noche inolvidable.


Este cuento no es un cuento, está basado en un hecho real. El recordarlo hace que me emocione. Tendríais que haber visto la cara de Tito aquella noche y entenderíais el porque brillan tanto las estrellas cuando están contentas.

Texto agregado el 29-04-2007, y leído por 193 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
30-04-2007 sì, vuelve a palpitar el corazòn que se une a esa alegria sana, comunitaria, generosa del buen pueblo...riquisimo cuento o digo relato de la vida real que deja moraleja y buen sabor de boca... luzyalegria
30-04-2007 que hermoso, me he emocionado con tu escrito... gracias por compartirlo,... mis minúsculas 5* rene_parra
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]