Con tu puedo...Cap 39
Contrapunto.
Los días que restan para el lunes son álgidos, calientes, como los días de la pampa. El cuaderno con los nombres de los socios de la que será la Mancomunal se va llenando de nombres. Es raro pensar en otro lider que no sea Alamiro. Hay hombres con más madurez política en el lugar, pero, Alamiro se ha levantado a puro ñeque. La fuerza que tiene aún está en bruto, siente que tiene la razón y su razonar le hace ponerse a la par con los más antiguos, aquellos que tienen la experiencia dolorosa de los acontecimientos anteriores, entre los cuales hay varios escapados de la matanza de Antofagasta en mil novecientos seis y los más, de la Escuela Santa María.
Una de las cuestiones que llama la atención a Alamiro es que casi nunca anda sólo, siempre hay alguien con él, siempre está acompañado, es como si una fuerza invisible le protegiera, la fuerza de sus compañeros, de aquellos que en la oscuridad de la pampa se han organizado para que nada le ocurra. Los hermanos Aravena, el che Luciano y algunos otros brindan su respaldo físico al nuevo lider. Nadie desconocido o soplón del patrón se acercará a Alamiro.
Domingo a medio día, la vida en la Oficina fluye con la cadencia del sol. Varios revisan los árboles de la plaza, todos quieren ser los primeros en ver el primer brote verde, los brotes en los árboles son como el brote de rebelión que está a punto de estallar. Los que están en el secreto esperan con ansiedad a que el día siguiente Alamiro entregue el pliego. Hay una ansiedad mezclada con algo miedo. ¿Cuál será la respuesta del patrón? ¡Dirá que no! Eso es seguro,
Llamará a los milicos, también es seguro, llegarán los uniformados a intimidar. Tienen la confianza en la fuerza que estiman tener, están convencidos que pueden ganar.
A las siete de la mañana, Julia subió al tren que la llevará al puerto de Iquique, lleva consigo la información de los últimos acontecimientos y también lo que se ha agregado a las peticiones. Regresará la misma tarde, volverá con algunos periódicos obreros que circularán de manera invisible de una obrero a otro. Serán dejados en los rajos debajo de piedras de donde los sacarán manos encallecidas y luego de leerlos serán dejados en otro sitio, recorriendo toda la Oficina.
A las cuatro se da inicio a la Filarmónica, se percibe alegría y nerviosismo, son muchos los que se acercan al presidente para preguntar, la mayoría a presentar su decisión de luchar.
—Alamiro
—Atanasio, ¿Qué quieres?
—Nada, solo que me gustaría conversar contigo.
—Hoy no podrá ser. Conversaremos largo. Creo que a usted, le hace falta conversar. Tiene mucho que contarme ¿O no?
—Sí, me imagino que sabes algo, quiero hablar antes de irme.
—Bien, pero fíjate que viene mi Marianita y la prefiero a la conversación, así que mañana o pasado lo hacemos.
Maricón mi compadre, no se puede confiar en él, ¿Qué le habrá hecho transformarse en sapo?
—Alamiro, ¿qué le ocurre, se le ve tan pensativo, o algo le dijo su compadre?
—Nada Pancho, espero que llegue luego mañana. El Atanasio quiere hablarme.
—Cuando hable con él, que haya alguien más gente, debe cuidarse usted, ganchito.
—Lo había pensado, ya veremos, le dije que otro día hablaremos.
—Pancho, ¿Estamos en lo justo? Hay instantes en que tengo dudas, es un peso más grande que un capacho de esos que cargaba con mi padre. Cuando pienso que bien pudiese ser que nos metan balas me dan deseos de dejar tal cual.
—Alamiro, ¿Qué te puedo decir? Muchas veces se me repiten los recuerdos y regreso al día en que nos balearon en Antofagasta, todos tenemos algo de temor y no es que haya poca hombría; creo que para unos es el temor a lo desconocido y para otros rememorar hechos pasados.
Dicen que lo de la Escuela fue demasiado doloroso, entonces, ¿Enfrentarse a la muerte otra vez? Y desarmados. Alamiro, no es cobardía la tuya, es tu responsabilidad ya que te sientes responsable de la mayoría. Ahora podemos ganar, yo tengo confianza compañero, la gente confía en usted.
¿Y si la mayoría no nos sigue? ¿Si el temor nos vence? Las consecuencias serán peores que si nos enfrentamos con los patrones. Acá nos encontramos bailando, disfrutando la última tarde de calma, mañana a esta hora ya sabremos las acciones del patrón, nos enrostrará el que nos ha entregado plaza y hará escuela. ¿Estaré en lo justo? ¿Será inevitable el futuro que hemos elegido?
—Alamiro, compañero
—Andrés. ¿Cómo están los de la planta?
—Bien Alamiro, le veo meditabundo. ¿Ocurre algo malo?
—Andrés, nada, solo pensaba en como se han producido los hechos, de cómo cambia la vida de una mañana a otra.
—Araya, tan sólo es la vida, tenemos que enfrenarnos a ella, nada más, esto era inevitable, hace mucho que rondaba en los obreros del salitre, los obreros no tenemos otra alternativa. Usted Alamiro, es joven, es fuerte, convence a la gente no con las palabras, sino con hechos. Yo no pienso como usted, estoy más ligado a los compañeros anarquistas que a la gente con la cual usted se relaciona, los socialistas, Nosotros vemos que hay que hacer las cosas más rápido, pero, compañero, en esta estaremos con usted, trabajaremos como todos y defenderemos el movimiento. Cuente con nosotros, estaremos lealmente con usted, haremos alguna cosita con un par de soplones, y no me diga que no, ya que no le haremos caso. Cinco fueron los que nos asesinaron, en este movimiento está nuestra revancha, pero, ellos los soplones son los responsables de la muerte de Bernardo, Facundo y los otros tres. Compañero, le estoy hablando a nombre de todos nosotros, tome mi mano y mi abrazo, cuente con nosotros.
—Gracias Andrés
Hubo un apretado abrazo entre dos hombres, abrazo que para muchos no pasó desapercibido, fue una percepción de unidad la que sintieron los que miraron. Para muchos era sabido que en ambos hombres había ideas diferentes en las formas de enfrentar al Administrador, el apretón de manos y abrazo fue motivo de alegría para muchos.
—Andrés.
—José Manuel, dígame
—Se vio bien ese abrazo con el Alamiro, gracias.
—Es que el cabro, vale demasiado y le acompañaremos.
—Cuando vimos lo de Bernardo y los otros cuatro muchachos, nos dijimos que eso no iba a tener fin, lo que quería decirle es que el que los palomeó no lo volverá a hacer nunca más.
—Una buena noticia me da usted, José, no preguntaré nada, no sacaría nada con hacerlo.
—Cierto, y bueno como hay fiesta hay que festejar.
—Que nos vaya bien, José.
—Nos irá mejor que otras veces.
Toda la tarde fue de conversaciones entre los hombres. Las mujeres no fueron menos, ellas también armaban su conducta para lo que se viene encima y que detonará antes de veinticuatro horas.
La noche fue una larga vigilia para Alamiro, dormitó a ratos. En sus manos, Julita le entregó el petitorio que le escribieron en la imprenta. A las siete de la mañana, el joven ya estaba en la plaza limpiando, regando, cuidando cada árbol, cada lirio que está plantado. A las doce le llamó el Administrador para entregarle nuevas tareas.
—Alamiro, ¿Cómo estás?
—Bien, señor.
—Alamiro, a partir de mañana, regresas al rajo.
—Bien señor, me alegra eso.
—Pero, te avisaré con el capataz.
—Usted ordena, señor.
—Bueno, vete hombre.
—Bien señor, pero antes tengo que entregarle algo.
—A ver, que es lo que me entregarás.
—Don Fernando, hoy vengo en representación de los trabajadores ya que hemos decidido solicitarle a la Compañía nos haga un reajuste de salario, además de otras peticiones menores, se lo traigo por escrito para que usted lo vea y nos responda la petición.
—¡Qué me dices! Llévate esa cosa de la oficina. ¡Nada de nada tendrán! Mandaré por la policía para que los ponga en cintura a palos.
—Señor, léalo y después nos responde, se lo dejo acá, permiso.
—Nada de permiso, patán, quédate acá. Debí echarte hace meses, no habrá nada para ustedes. ¡Más plata quieren! Nada de nada, ya puedes decirles que no habrá nada.
—Se los diré, señor, no le quepan dudas.
—¿Y por qué viniste solo, a entregarme este papel?
—Porque yo soy el responsable de ese papel, yo lo conversé con todos y acá estoy.
—¿Y qué harán si no les contesto?
—No lo sé, señor, lo conversaremos en su momento, ya que pienso usted nos responderá positivamente.
—Maricones, son una manga de maricones, no ves que te manejan, te mandaron solo, si no fuesen cobardes habrían venido todos. ¡No hay reajuste de nada!, ¡No hay más plata! ¡Me gasté todo lo que tenía en la boda de mi hija! ¡Van a venir los milicos y harán con ustedes lo mismo que hicieron en la Escuela de Iquique! ¡Mañana estarán acá y veremos si les doy algo! ¡Balas, sólo balas para ustedes, rotos de mierda!
—Señor, lea lo que queremos y le esperamos hasta mañana. Permiso, me voy a trabajar.
—¡Mañana estaré en Iquique buscando a los militares! Puedes decirle a todos que esperen balas, reajuste de balas tendrán!
—Hasta mañana, señor.
Al salir Alamiro, Fernando Gómez cerró la puerta de un solo golpe, se sentó y agarró la cabeza a dos manos, luego leyó el petitorio.
- Reajuste de salarios
- Dinero chileno y no fichas
- Libertad de compras
- Pago por enfermedad.
- Pago extra por fallecimiento
Luego otras peticiones no económicas.
- No más castigos en el cepo
- Eliminar los permiso para invitar a alguien
- Los representantes de los trabajadores será la Mancomunal de obreros de la Oficina, con ellos deberá entenderse de ahí en adelante.
Se metió el papel en su bolsillo y salió hasta la Estación en donde colocó tres telegramas:
A la Intendencia avisando del movimiento obrero y solicitando le envíen militares para sofocar a los revoltosos.
Otro telegrama para una oficina en Antofagasta en el cual solo dice un par de palabras, terminar el trabajo en los próximos días.
Y el tercero al abogado de la Compañía, para que suba al día siguiente y que haga lo necesario en Iquique.
¡Maricones, cómo me pueden hacer esto, Alamiro hijo de puta y es el jefe. Los milicos se fueron esta mañana, esperaron eso para darme el traicionero golpe, pero. ¡No les daré nada!
Curiche
Abril 29, 2007
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