Cuando Eulier aceptó ser el maître del restaurante Le Desvarié sabía que aquél tenía fama de ser muy agitado. Sólo la fachada colorida y retro del lugar era señal de movimiento y caos.
Un cliente le hizo señas para que se acercara.
-¿Qué sucede señora?
-Hay un pez vivo en mi sopa- el animal nadaba feliz como en un acuario e incluso le chupaba los vegetales cocidos flotantes.
-Ya veo, ¿desea algo más?
La dama indignada lo insultó y él manteniendo la amabilidad le explicó: -Disculpe, es que hasta hace poco el chef era vegetariano y ahora comenzó a aceptar el comer animales, pero aun le cuesta eso de matarlos… le parece un poco cruel.
Antes de decidir qué hacer con el pececito otro cliente lo llamó.
-Dígame, caballero.
-¡Hay un fantasma en mi sopa!
-¿Está usted seguro que no es un jojoto?
-Estoy seguro… Mírelo, allí está- En efecto la criatura translúcida vagaba en el caldo haciendo un movimiento espiral veloz.
-“Con todas esas vueltas se le va a enfriar la sopa”- pensó Eulier y tras decir unas palabras en una lengua extraña (un maître debe saber exorcizar una cena), el fantasma salió de la sopa del cliente y entró en el cuerpo del Maître.
Gritos de un padre de familia en la mesa más cercana al carro de postres, otro comensal insatisfecho, pero Eulier no le atendió, estaba poseído por el fantasma de la sopa y se agitaba como un ave… El fantasma de un pollo tenía que ser.
Mientras él piaba y aleteaba asustando a todos, el hombre que lo llamó inútilmente por un rato le dijo a su esposa: -Es mejor que terminemos y nos vayamos antes de que noten que no pagamos la cuenta-
Padre, madre, hijos y abuela salieron furtivamente de Le Desvarié y los siguió Eulier gritando y creyéndose pollo, lo cual los asustó pues pensaron que los estaba persiguiendo por la cuenta y tuvieron que apurar el paso…