Como cada semana he llegado a casa, como cada fin
de semana.

Al entrar, la casa fria, semivacia me recibe con ese tipico humor humedo que huele a polvo y me hace estornudar de vez en cuando.

Con sigilo, levanto el telefono para descubrir que tengo mensajes nuevos, de personas que se equivocaron, tal vez de numero.

Saco de mi mochila la computadora, me dirigo a mi cuarto me sitio a observar la pantalla del computador y observo que no estoy solo, que en una esquina sigue estando, existiendo como en semanas anteriores una ara¶a de patas largas y precisas, que siempre me observa, con cierto aire le saludo, como en ocasiones pasadas.

Hasta hoy lo note, en mi cuarto vacio, de mi casa semivacia, la ara¶a esperando a que caiga una presa en su trampa, pero al parecer nada le ha venido a visitar.excepto yo.

Me acerco a ella, soplo sobre ella y me doy cuenta de que esta muerta, se esta secando.

La muerte la alcanzo esperando a su presa, la cual nunca llego, porque mi casa siempre esta cerrada, las moscas no pueden entrar en ella. No hay alimentos para otros insectos, ni para la ara¶a, creo que he sido un mal anfitrion. Debi de haber dejado un trozo de algun alimento putrefacto al aire para invitar a las moscas a mi casa y asi mi huesped aracnido pudiese comer.

Regreso a mi silla, a mi computador.

Al igual que la ara¶a,me refugio en mi cuarto, esperando a que algo suceda a que algo pase.

Enciendo otras luces, la ara¶a esta en casa.