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Sonrió desde el vano de la puerta, esperando en una rutina de autoridad a que las risas y las charlas se sosegaran. Los jóvenes se miraron cómplices y acataron la orden no dicha. El silencio se cortaba solamente por el leve soplido de la calefacción central que no alcanzaba para atajar el frío de este invierno.
“Buenos días, tomen asientos señores.” Escuela industrial, la totalidad de este curso es de sexo masculino. Pero el día de hoy tienen una sorpresa, a pesar de ser agosto ha llegado un traslado de otra escuela y la profesora de biología es la encargada de presentarla.
Al principio ni la habían notado, tenía un aspecto tan frágil y transparente que parecía una aparición. “Ella es Sabrina Grinsztuk, viene desde Los Antiguos por un traslado de trabajo del papá. Espero que sepan recibirla y tratarla con cortesía de caballeros.”
Veinticinco pares de ojos la estudiaron con curiosidad infantil mientras ella clavaba la mirada en sus zapatillas de lona azul.
“Podes sentarte donde quieras Sabrina, después alguno de tus compañeros te prestará la carpeta para que vayas viendo qué temas tratamos en el primer trimestre. ¡Señores!” Dura y altiva la profesora los miró silenciando los murmullos y dejó a más de uno con las mejillas sonrosadas por ser descubiertos en su fascinación naciente.
Sabrina caminó vaporosa hacia una silla vacía.
Puso su mejor cara de recio, pero no consiguió de ella ni siquiera una leve mirada. Sus compañeros lo miraron, desafiándolo para que hiciera gala de sus dotes de caradura y payaso. “Hola, bienvenida, soy Santiago.” Extendió su mano hasta casi rozarla, ella giró levemente la cabeza para mirarlo y lo hipnotizó. “Gracias”, dijo apenas en un suspiro. Él acusó la herida con un estremecimiento. Le brotaba una esencia de mandarinas del cabello y el verde de sus ojos era aterradoramente igual al mar profundo.
La hora pasó sin novedades, siempre los mismos aburridos temas, células, moléculas, organismos de muchas facetas. El timbre del final de clase fue un alivio para todos. Muchos salieron del salón para encontrar un hueco escondido donde poder dar unas pitadas tranquilos. Otros quedaron conversando acerca de las posibilidades de Gomez Reina como futuro delantero del club local. Algunos se reían a carcajadas de chismes soeces y a todas luces inventados. Sabrina permaneció sentada en su lugar perdida en algún punto misterioso de su cuaderno de tapas rojas.
Santiago, conversaba y picaba papelitos mientras disimuladamente seguía la curva de su perfil. Algo en el verde de sus ojos le hacía pensar en vidrios de botellas rotas y en plantas carnívoras. Tenía la piel translúcida y sin imperfecciones, el cabello lo llevaba atado pero enmarcaba su rostro casi como un cuadro. Su cuerpo era tenue, diminuto, casi andrógino. “Es insignificante, pero no puedo dejar de verla. Puta madre, qué tiene esta mina que la hace tan , tan ,… Puta, ya ni palabras me quedan.”
Día tras día Santiago intentó comunicarse con Sabrina. Inventaba morisquetas nuevas que invariablemente hacían que sus amigos se rieran a carcajadas, provocaban acidez estomacal en los profesores y parecían completamente ajenas al universo de ella. Respondía absurdos a las preguntas, falló a varias lecciones orales. Todos los días aparecía con una nueva anécdota para contarle a Sabrina, que lo escuchaba con los ojos verdes mansos y la sonrisa leve.
Llegó la época de los trimestrales y Santiago había bajado bastante su rendimiento. Lejos de estar triste o amenazado por la posibilidad de perder materias, encontró en esto una oportunidad. Sabrina era silenciosa y luminosa, pero tenía las mejores notas, así que juntó el poco coraje que le quedaba y arremetió. “Necesito que me ayudes, tengo que aprobar biología y no entiendo un carajo. ¿Me podés dar una mano?”
Ella lo miró. En el fondo del mar verde empezó a formarse algo así como una nube turbia de tormenta. “Bueno, te ayudo, ¿venís a estudiar a casa?”
Santiago nunca se acicaló tanto para estudiar. Puntualmente estuvo en la dirección que ella, con su caligrafía de araña impiadosa, le escribió en la punta del cuaderno violeta. Había dispuesto todo para estudiar en el comedor, el resto de la casa se veía tranquila, tal vez demasiado.
“Esto del aparato digestivo me tiene loco. Explicame como es eso de la absorción.” Él mentía descaradamente, pero estaban sentados cabeza con cabeza sobre un libro de diagramas y el aroma a pan fresco que despedía su piel lo trastornaba. Sabrina hablaba y para él era como escuchar el rumor del mar en una tarde de verano. Hasta había preparado café y unos scones que tenían el mismo gusto que el paraíso.
En un momento sus manos coincidieron sobre un manual y él aprovechó para descargar su angustia de amor adolescente. Santiago se encontró buscando palabras leídas en libros para poder explicarse. Después sondeó su mirada esmeralda, hundida en las profundidades de la madera de la mesa.
La tristeza de Sabrina era infinita.
Habló de condenas antiguas, de castigos traicioneros y de maldiciones. Dijo que no se le permitía ser amada y que por esa razón trataba de permanecer inadvertida usando los disfraces más extremos, con la condición de que siempre fuera una joven. Y soltando la hebilla que sostenía el pelo en su lugar descubrió su verdadera substancia.
Santiago sollozó frente a la belleza desenmascarada y tomó conciencia de que sus minutos se acababan. Sabrina se acercó sombría, y delicada como un cristal lo besó con una brisa de inmortal ternura. Murió antes que ella separara sus labios.

“Buenos días, tomen asientos señores.” Escuela agraria, el grupo hace años que está consolidado. Pero el día de hoy tienen una sorpresa, a pesar de ser octubre ha llegado un traslado de otra escuela y la profesora de matemática es la encargada de presentarla.

Texto agregado el 19-07-2002, y leído por 1066 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
08-04-2003 Interesante por decir lo menos...logra encantar pero le falta algo.......Slaudos pegasus_01
21-01-2003 Respeto el criterio de todos los que hicieron las críticas anteriores, pero luego trato de leerlos a cada uno de ustedes y no logran esta magia de marxxiana, es simplemente brillante. A cuántos pintores los valoran después de muertos? Me parece ridículo. Marxxiana, escribes muy bien. gustavoandres
10-12-2002 Es algo tedioso MAAD
21-08-2002 me encantó tu cuento, ese halo de misterio y las descripciones mágicas y transparentes, leves como un sueño, felicidades y un saludo rnahimla
19-07-2002 No lo termine de leer. Indicio de que no me atrajo hectorg
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