Nunca hubo un lagrima, ni si quiera para toser con abundancia.
Como todos, la vida siempre fue de vueltas con experiencias malas y otras buenas
Pero tenía que algún día llorar. Aunque sea por veinte muertos desconocidos caídos desde un edificio en llamas.
¿Qué persona le haría descubrir el porque no rebosa ninguna lagrima?
Se fue donde el verdulero el cual le regalo una cebolla bien grande el cual tenía que picar delante de sus ojos sin pestañar.
Fue a la casa saco la cebolla y pico, pico pero nada, quiso comérsela por el odio que contenía apretó el cuchillo y trituro la cebolla en mil pedacitos. Nada ni una milésima de líquido salado.
Salió de la casa tratando de comprender el porque.
Fue donde una adivina para que le dijera. Ella saco sus cartas y salió todo lo que tenia menos eso, le dijo que fuera al médico ya que eso no era normal.
Llego al hospital, el médico reviso sus ojos pero fue como si nada ya que otra vez le decían que no tenia nada.
Ya anocheciendo llego a su casa y prendió el televisor quiso ver algo lastimoso para ver si pasaba algo, estaban dando un caso de una joven que le quedaban pocos meses de vida.
Se estremeció tanto que su estomago sonó como un rayo pero no sucedía nada más que eso.
Apago el televisor antes que cayera al baño otra vez.
Fue a la habitación a buscar su pistola ya en mano salió sin meter ningún ruido.
Caminando en la oscuridad de repente aparece un perro atacando por detrás, agarro de un mordisco su pantalón llegando al talón.
El sacude el pie y sin pensarlo saca su pistola dándole un disparo al perro.
Ya muerto el perro, el lloro. Él perro había mordido su talón de Aquiles.