"¿El lamento de un cuervo?" pensaron todos "¿Cómo un cuervo ha de sentir, siendo una bestia tan despiadada y fría?" Y es que nadie entendía que hasta en lo más negro se podía encontrar un poco de calor humano, el suficiente como para sufrir por alguien.
Este pobre cuervo, una criatura casi invisible para todo el mundo, recordó aquel día que tambien estaba vivo, y que detrás de su oscuro plumaje se encontraba, tambien, como en todos los cuerpos, un corazón. Un corazón que también latía, y tambien bombeaba sangre, sangre caliente, no fría como todos pensaban.
PERO NADIE LO NOTABA.
Nadie nunca se dió cuenta que nuestro triste cuervo sentía, ni siquiera él. Para cuando notaron que el también sangraba, era demasiado tarde. Las alas negras del cuervo estaban rotas, y a él solo le quedaban unas pocas lágrimas por malgastar antes de morir. Lágrimas, no de dolor sino de pena. Por haber desperdiciado su vida creyendo que no era nada, sin ni siquiera ser su culpa, ya que nunca nadie notó que existía, asi que el nunca supo que ese movimiento en sus pulmones era el respiro, y que ese dolor que sentía en su pecho a veces era el puñal de la soledad, de nuevo recordándole que estaba solo. Solo, y sin nadie más que él mismo. |