Por entonces, nena, ¿A dónde estabas?
Tontamente, yo nada sabía de vos…
Nada que me acercara a esa fracción de diminutos destellos en tus ojos
Y era tu piel un deseo lejano e ignorado… una quimera incierta…
Esa blanca seducción que fluye como esencias de otro tiempo,
De otra vida… ese colgajo de ilusión.
Hoy, sin embargo, eres parte de esa secuencia de ensueños que vienen a arrullarme al despertar…
Hoy tus ojos están despiertos en la noche… en el crepúsculo…
Me saben a néctar de pasión otoñal, y liban mis deseos… mi alma de arrabales.
Como si la inercia de la vida fuese irremediable, algo me mueve,
Me induce a caer en ellos, a sucumbir impregnado de dulces promesas y luminosas Fugas destempladas…
Atrapado de encanto y de mágicas sensaciones de percal…
De una púrpura alborada y de aquel desiderativo y blando sabor de tu boca adormecida…
Jamás antes te había encontrado… es que
Tontamente, yo nada sabía de vos…