Ella, tendida en su sofá, le miró con ojos gatunos y dijo:
“Tú me dices que soy la flor más exótica y hermosa,
la más armoniosa criatura que tus ojos hayan descubierto,
que entregarías todo lo tuyo por un beso de mi boca,
que mi cuerpo te provoca y te transforma en un pelele,
en un esclavo de mis designios y un loco desatado,
que en las noches te debates en la hoguera de tu pasión,
y ya reducido al polvo de lo consumido, aún está mi rostro,
están mis ojos y mi boca y están mis palabras, pocas,
dulces y serenas, caudal de miel para tu espíritu desquiciado,
estoy yo, inscrita en tu deseo y eternizado por el dolor
de no tenerme, de no ser tuya esta joya tan preciada.”
Él, sonriente, canchero y subiendo una de sus espesas cejas, replicó:
“Eso que me recuerdas, ¿lo dije en algún momento?,
tú sabes que las palabras son intangibles y fugaces
y ni siquiera se las lleva en sus alforjas el viento,
ahora, ¿tienes claro el instante exacto en que dije tal cosa?
¿acaso no deliraba? ¿era yo quien estaba al frente?´
piensa: soy hombre de acción y por lo tanto, de poco hablar,
pudo ser otro, pudo ser un sueño, jamás en mi vida,
diré tan bellas palabras y no porque no las sienta,
sino porque carezco de talento para expresarlas con tanto arte.”
Ella, al borde de la ofuscación, se levantó de un salto y exclamó:
“Dios impida que seas el padre de ese hijo que juguetea en mi vientre,
que tu apellido sea pasto de las injurias y que tus promesas ardan en tu rostro,
que seas ajusticiado por tus propias palabras y que, al fin, convertido en deshecho,
recuerdes a ésta, que soy yo, como la justiciera en pos de tus pecados,
la pregonera de tus olvidos y el holocausto de tu frente, ya maldita
y que el niño que en mis entrañas late, escupa en tu cara su odio,
el que impedirá que te diluyas en la nada y te retuerzas para siempre
en el infierno en el que se destierra a los que olvidan sus juramentos.”
Él, rascándose la mejilla, le comentó a ella:
¿Sabes? Esto que hemos dicho, podría ser una dramática obra para ser representada.
Ella, nada dijo y salió de aquella sala, cerrando la puerta con estrépito.
-¡Corten!- se escuchó gritar desde las profundidades de aquel recinto…
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