Sebastián
Diecinueve años, adolescente. Ojos marrones, pelo castaño, 1.67 m. de altura. Latinoamericano.
De sueños irrazonables, irrealizables e indestructibles.
Sin carné, imprudente al manejar.
Inviolable su intimidad, irrefutable su condición heterosexual, e irreconciliable su relación con Dios.
Soltero, anoréxico sexualmente.
De opiniones formadas, a veces erradas.
De peso inestable.
46 cromosomas, 22 pares somáticos y un par sexual, conformado por una X y una Y.
Un niño, hoy un hombre llamado Sebastián.
Celoso, no primogénito.
Arcaico su peinado, engominado hacia atrás.
Inverosímil, al jugar tenis, infausto al jugar ajedrez.
De alegría espontánea, y lágrimas de cocodrilo.
Intachable su asistencia, inmejorable su registro, e insuperable su avaricia.
De futuro incierto, de poco dinero en los bolsillos, de pasos lentos y pensamientos veloces.
Padres heterocigotos de cabello negro, irresponsables en algún momento.
Una hija de cabello rubio, con un hermano llamado Sebastián.
Dispuesto a abandonar la casa, y aprender más cosas de la vida
Buscará algo por lo que pelear, algo por convertir en realidad
Surfeará las consecuencias de esta inquisición
Y saltará en una fuente, de felicidad, y a nadie le importará, y será olvidado.
46 cromosomas de padre heterocigotos negros
Un hombre con cara de niño, y juicio de hombre, llamado Sebastián.
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