Una mujer, en realidad, no merece todo ese gran esfuerzo, sacrificio, dedicación, devoción, ni tampoco, está bueno, porqué no decirlo, sumisión, tolerancia, idolatría y comprensión sin límites, de parte de un hombre, tal pues y como es la forma en que se presenta el cortejo humano en las sociedades occidentales urbanas, pos modernas y en esta parte del continente, sobretodo.

Y, pues, es a ello a lo que se acostumbra. Una mujer medianamente bella, una super diva poderosa, que se toma muy en serio su papel, supuesto como casi protagónico e insustituible, dentro del gracioso gran guión urbano y sus fenómenos socio culturales que de alguna manera le van dando forma.

El ideal de un hombre será en su gran mayoría una mujer bella y de bellas formas.

El ideal de una mujer será en su gran mayoría un hombre exitoso, con dinero, muy tolerante, con buen humor, cariñoso, capaz de encubrir sus engaños con muy buen arte.

La mujer ya no vale más tanto sacrificio. Pasado los 30 un hombre atraviesa una etapa de giro. Su mirada ya no está más en ella, sino mas bien, en la conquista del universo. Es a partir de aquí donde el hombre hace a un lado a la mujer, la objetiza, y por fin puede tomarla con indiferencia y toneladas de buen humor.

Este proceso se entiende como una trascendencia en el hombre. Un tipo de evolución y madurez de la vida. Por su parte el caprichoso instinto de la mujer puede percibir dicho nuevo aroma arrollador, mas o menos de forma inconsciente, encontrándolo por ley de la sabia naturaleza, como de irresistible fragancia.