Si, hoy es uno de esos días en los que me pongo a recordar, añorar, arañar, degustar, injuriar y olvidar los pinches recuerdos. A veces me entran las ganas de sufrir, como hoy, y me quedo en cama, removiendo los huevos con la mano, oliendo mis propios pedos, masturbándome para sentir sabroso. Ayer leí, en uno de esos libros que leo a falta de televisión, que B.B. King, el negrito gordo que canta blues y que pone cara de limón agrio cuando toca, da conciertos 340 días al año, desde los 50´s hasta la actualidad. Caramba, esas son ganas de triunfar. A mi las ganas de triunfar nunca me obligaron a tales sacrificios. No me gusta el dolor sin recibir el premio al instante. Lo siento, así me educaron mis viejos, a cinturonazos y caricia inmediata. Me acostumbré a tomar el premio antes, o arrebatarlo a la mala, y recibir el castigo a cambio. Al revés no funciona con mi voluntad. Mi querida madrecita santa, en su cabeza podrida e ignorante, no sabía cómo educarme, así que utilizó el método milenario: la terapia de choque. Recuerdo la vez que me dio por cagar y no bajarle el agua al baño. El siguiente, cuando entraba a hacer lo suyo, se encontraba con mi recuerdo fecal y un olor de mierda, así que mi madrecita, en un acto de desesperación, se inventó el “muñeco de barro”… un día me agarró cuando salía del baño, me desnudó a madrazos y me obligó a untarme en el cuerpo la mierda que flotaba en el agua del inodoro… ASCO… aprendí la lección. Pero mi vieja, viendo la efectividad del castigo, comenzó a aplicarlo para cualquier circunstancia pedagógica. Así que por semana me aplicaba tres o cuatro “muñecos de barro”. Con el tiempo me fui acostumbrando. Ahora, de adulto, a veces me unto mierda en el cuerpo para recordar los momentos de mi infancia, sobre todo en los días como este, en los que me siento bajoneado. Bueno, ya me dieron ganas de cagar, con permiso. |