Ascensión
Abro el vientre de tus ojos, rompiendo el saco de escarcha que habitaba dentro,
Y miro con tus ojos que miran, respirando la prisión de aire,
Todo lo que ocurre en el encierro de los colores sangre, de los colores muerte.
Arriba hay un soplido. Voz del aletear de aves coronarias cuando vuelan los picos
de las montañas.
Frente al vacío, que sobre las nubes avisto en los riscos de pie;
de cuando en vez, los volcanes
-esas bocas hirientes-
escupen besos.
Besos de fuego, besos de nube.
El lumpen trabaja abajo, subrepticio; fábricas y cerros queman el cielo,
En las Oficinas: oficinistas autómatas, llamadas de negocios, aniquilación del ocio.
Pero siempre, al menos siempre… te amo indefectible, irrenunciable, ineludible,
A pesar de Esos pesares; por todos los kilotones de miseria de los círculos rurales.
Tú, mi espuma de azul.
Yo no busco poder… ni siquiera el que te haga quererme,
Trato de Impedir que me posea tu mirada que todo lo puede,
Dejar de Ver la realidad a través de ti o que ocurra el Acaso de perderlo todo.
Todo es poco sin ti, apenas nada. Nada digno de ser algo.
Habemos algunos, cosas raras, tocando a tu puerta,
Habemos humanos y otros errores, deseándote por allí,
En los bosques y el despoblado, en los motores de luz,
Adivinamos sombras, futres de lo espectral, que no te paran de nombrar,
Olor de verde, frutales maduros, caldos de cruz…
Del otro lado de ti tal vez esté la realidad: Esto que cree ser hoy, ahora.
Temo no ver venir la muerte más que morir. Que seas tú la muerte y que adore a Mi fin.
Caer en tu mirada sin dejar de caer, un ascenso aquiescente, desde los Infiernos de mí.
Un pacto con la insidiosa palidez de las madrugadas.
“¿Cómo están jueces? hola abogada…”
Un trato con los vitrales ahumados, un pasillo fármaco dependiente,
Con esas luces que dibujan las noches y los días
Con esas cosas que dicen “todavía” como la Muerte
Con Esas cosas que nos pasan “de repente”:
Como la vida.
Christian Cruzatti
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