Las últimas nieves del invierno habían desaparecido y las antes desnudas ramas de los árboles comenzaban a estar salpicadas de diminutos brotes. Los campos comenzaban a cubrirse de blancos y floridos mantos y en la aldea, como era costumbre, se organizaba en la plaza una gran degustación de fresas silvestres. Al parecer, la primavera había cogido el relevo.
Al resguardo del alero de una de las más viejas casas del pueblo, el revoloteó de alas de un pequeño gorrión indicaba que estaba comenzando a entrelazar ramitas con el fin de construir un pequeño nido donde intentaría formar una familia. El gorrión trabajó duramente, recorrió todos los alrededores en busca del mejor material y en poco tiempo, acabó consiguiendo un reconfortante y acogedor nido. Así pues, terminado el trabajo de construcción, el siguiente paso era el de buscar una madre para sus polluelos, y alzó el vuelo. Cuando sobrevolaba la plaza del pueblo, un amplio espacio con algunos bancos donde los ancianos alimentaban a las palomas, pasó por delante del campanario de la iglesia y se quedó sorprendido cuando vio, en lo más alto del edificio, un gigantesco nido de cigüeña. Era una hermosa estructura de no menos de dos metros de diámetro desde dónde se veía todo alrededor. Con un nido así, seria la envidia de todos los demás gorriones, y ninguna gorriona se resistiría a estar con él. Entonces se acerco más al nido, y se poso en el borde. La verdad que nada tenia que ver con el diminuto nido que acababa de construir unos metros más abajo y empezó a plantearse dejarlo de lado para quedarse con éste que era mucho más grande.
Pero al rato, se empezó a dar cuenta que por muy maravilloso que fuera ese nido, no estaba hecho para un pequeño gorrión. Para empezar, los huevos, estarían muy desprotegidos, y con lo débiles que son los de gorrión, estos rodarían y chocarían entre si corriendo el peligro de romperse. Eso sin contar con el hecho de que las cigüeñas volverían en algún momento, y sin inmutarse se posarían sobre estos consiguiendo el mismo resultado.
Entonces, el pequeño gorrión, se dio cuenta que su verdadero sitio se encontraba escondido bajo un tejado, como el de todos los demás gorriones. Aceptó que a pesar de no deslumbrar a toda ave que pasase por delante, aquel pequeño pero acogedor hogar era el que más se adaptaba a su naturaleza. Entonces, el gorrión dejó la búsqueda de una gorriona para el día siguiente y volvió a casa.
Las criticas más duras, seran los mejores zapatos para seguir caminando, gracias.
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