Esta noche tengo el declive tatuado como feroces alas en mi frente
yo vuelo y hay mucho suelo para caer
muchos ojos para sólo verme
muchas manos para no rescatarme
entonces vuelo, al ras de la superficie, casi reptando
pero pronto me elevo, agitando mi frente
y cuando adivino que soy el ave en el ojo de la escopeta
me precipito, encomendándome a todo lo que cae.
Mi casa está anclada en un árbol con raíces mordiendo la tierra
y pecíolos rasgando el aire
por eso vuelvo:
al nido
al árbol
a la raíz
a lo profundo.
Desde arriba: vuelvo
y es lo mismo decir que caigo
caigo siempre
por nostalgia
por un ansia desesperada de supervivencia
por heridas que desvían mi vuelo siempre hacia abajo
Caigo con desconsuelo
pero con esta extraña felicidad de caer
porque sé que vuelo.