- ¿Te acordás Amelita del Mirador del Parque Lezama?
- Sí, Clara... ahí Carlos te dio el primer beso, ya me lo contaste.
- No, eso fue cerca de la fuente de Du Vall D'Osne, luego caminamos hasta el Mirador. Había muchas parejas ahí, entonces Carlos me llevó suavemente hacia la barranca que da a la avenida Alem.
- Ah, si, Clara, bueno, dormite ahora...
- El me invitó a sentarnos en el pasto.
- Clara: dormí por favor, Clara, mañana tengo balance en el Banco...
- Hay muchos árboles hermosos por ahí: un aguaribay... un fresno, un Jacarandá de la India... Esa noche la barranca tenía poca iluminación.
- Sí, Clarita, la iluminación del Parque es más bien pobre...
Clara comenzó a dormitar frente a la ventana. Sus ojos se entrecerraban y volvían a abrirse salpicados de recuerdos románticos, ahora borrosos por el sueño. Amelita trabó las ruedas de la silla ortopédica y contempló desde arriba el pelo blanco luminoso de la anciana. Le cubrió las piernas con una frazada y apagó casi todas las luces. Tomó las llaves con sigilo y salió a la calle. El colectivo no venía demasiado lleno a esa hora. Tal vez en veinte, o treinta minutos, estaría en la barranca del parque para encontrarse con Carlos.
© RNPI Nº 155707 - Junio 2008
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