Cuéntame como paso el día ante tus pupilas húmedas por mi recuerdo, cuantas maldiciones pronuncio tu madre en su interminable letanía de criticar todo lo que no entiende, enumérame los defectos de todas esas personas con las que tu razón no concuerda y tu paciencia no convive, reclámame todas la rarezas de mi persona, así como lo incongruente que suelen resultar mis palabras, engaña a mis convicciones con tu sonrisa y hazme olvidar mi religión con un delicado e interminable beso, un beso tan inocente y apasionado que me resulta ilógico ubicarlo en un mismo momento, un beso tan hermoso y dañino, que me cuesta saber si proviene de un ángel o del mas cruel de los demonios, un beso de vida y de muerte, que deseo con una pasión sin mensura, pero le temo mas que a mi propia niñez.

Por que no decirlo, si fuera divino, haría todo esto posible, lo iluminaría con una luz tenue color ámbar, lo rodearía de orquídeas, nubes y colores, lo adornaría con un par de velas con extracto de lavanda y embriagaría nuestros sentidos con las más elocuentes expresiones.

Si yo fuera divino…



Jaime Carcaño Hernández
(Dedicado a mi tercer Ángel)