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Estaba sentado en mi habitación. Ya eran las doce del día, y aún no lograba armarme de valor para levantarme y acudir a la cita. Todo parecía tan fantástico, tan irreal... pero hasta ahora todo marcaba que era real, nadie podía tener tantas fotos iguales de alguien ni videos, no podía ser un fraude. Aún así no le había contado a mi padre, aunque sabía que ellos me entenderían, de hecho ellos me habían dado ánimos que un amor de dos personas, aunque la distancia los separara, era posible. Y ahora, ella estaba aquí, a mi alcance, y yo seguía acobardado. Entonces recordé su mail, sus últimas palabras:

...Estaré por un mes en su país. No hay nada que desee más que verlo, y espero poder hacerlo. Iré a un tal “Parque forestal”, cerca de un museo el lunes a las tres, espero verlo ahí, espero que todo al fin se haga real...

No podía no hacer caso a eso, en el peor de los casos me dejarían plantado, o bueno me matarían, pero sin ella, aunque no existiera, la vida no valía la pena. Pensando esto me levanté al fin de mi cama y me dirigí al baño para tomar una buena ducha y vestirme bellamente, pero sin ser formal, algo simple y bonito.

Cuando salí del baño ya eran las una, nunca pensé que iba a demorarme tanto en una ducha, pero realmente todo iba lento para mi. Una vez completamente vestido salí de mi pieza y me dirigí directamente a la puerta para irme, entonces mi madre me pregunta.

-Hey, tú, ¿Adónde crees que vas sin decir ni buenos días? –Me preguntó con tono de reproche.

-Ehm, perdón mamá... buenos días –Contesté de forma nerviosa con una forzada sonrisa.

-A ti te pasa algo. –Me dijo apenas contesté. –No me digas que no, esa sonrisa y esa voz te delatan.

-Si, bueno... pero no quiero hablar de ello. En fin, vuelvo a las... no sé, llamo. –Respondí aún más nervioso.

-¿Y Adonde vas? –Preguntó dispuesta a sacarme algo.

-Quedé en juntarme con unos amigos en el bellas artes... así que allá voy. –Respondí confiado de que me dejaría tranquilo.

-Al parecer quieres solo librarte de mi, pero ¿Cómo pretendes llamarme para volver sin llevarte el celular? –Me dijo burlescamente mostrándome mi celular en sus manos. Es cierto, lo había dejado cargando y ahora casi me voy sin él...

-Ehm, se me olvidó que lo había dejado cargando. –Dije acercándome a mi madre y tomando mi celular. –En fin, gracias mamá, ahora si me voy. –Dije despidiéndome y saliendo antes de que me pudiera detener por algo más.

Apenas estuve fuera de mi casa miré la hora, las una y media, iba realmente bien e incluso llegaría antes, algo bastante bueno, pues no deseaba llegar tarde y dar comenzando una mala impresión.

Pensando en esto comencé a caminar hacia el metro, era la forma más rápida de llegar y no quería estrezarme por ir tarde, quería llegar antes de la hora y quería pensar. Mientras caminaba comencé a pensar en como reaccionaría ante ella, yo sabía muy bien que no era bueno dando temas de conversación y que era demasiado tímido y vergonzoso, más aún cuando se trataba de una mujer. Pero esta vez no podía ser así, tenía que vencer mi personalidad cobarde, y lo haría por ella.

Cuado llegué al metro estaba desierto para la cantidad de gente que había generalmente, debía ser porque en febrero todos salían de santiago, bueno, todos menos yo. En fin, por lo menos tendría un viaje apacible e incluso era posible que pudiera hacerlo sentado.

Entré al vagón de metro tranquilamente, no había mucha gente en el, solo dos viejas sentadas en una esquina, un punk parado al frente de la puerta y un señor de terno sentado al frente de las viejas. Yo me dirigí a un asiento solitario en la otra esquina del vagón y me senté a esperar.

Después de quince minutos en que miré al vacío por la ventana del metro, mientras este se detenía, andaba, mientras gente subía, se bajaba, se sentaba, en fin, mientras pasaban muchas cosas a mi lado, a las cuales yo no prestaba atención, llegué finalmente a mi destino, y en unos segundos estaba abajo del metro subiendo por las escaleras de salida.

Caminé apresuradamente apenas percatándome de la gente que pasaba cerca y de los semáforos para no abalanzarme a la calle mientras era el turno de los autos pasar.

-¡¿Adonde crees que vas?! –Me gritó mi padre furioso mientras mi madre sollozaba tras él.

-Sabes perfectamente adonde voy, y no trates de impedírmelo pues no lo conseguirás. –Respondí armándome de valor ante la que siempre había sido la invencible figura de autoridad.

-¡Chiquilla insolente! –Respondió apenas pudiendo retener su ira. –¡Tú no te juntarás con nadie, volveremos inmediatamente a la casa! –Terminó, dispuesto a no dejarme ir.

-No conseguirás que vaya contigo. Mi amor es más fuerte que cualquier cosa ahora y no permitiré que se interpongan, me juntaré con él aunque sea lo último que haga. –Contesté. Esta fue la gota que rebasó el vaso pues mi padre furioso levantó su brazo y me dio una fortísima cachetada que me dejó en el piso sollozando mientras mi madre ya lloraba desconsoladamente observando la escena.

-¡¡Jovenzuela insolente, ¿crees que tú mandas? Pues te equivocas, yo seré el que decida que harás!! –Me gritó, pero ello no me intimidó y me levanté para responderle.

-Dije que estaba dispuesta a cualquier cosa por verlo, y si ello significa pelearme con ustedes y que me golpees, así sea. –Respondí con la voz quebrada. Y pude ver como mi padre levantaba su brazo para golpearme nuevamente.

Entonces sentí una fuerte cachetada de parte del hombre, mi sangre se agolpó en mi mejilla y mi ojo izquierdo quedó un poco lloroso, pero no podía soportar lo que estaba viendo.

-¿¡Por qué la golpea?! –Le dije al hombre interpuesto entre él y la joven.

-¡No te entrometas jovenzuelo! –Me respondió.

-¿Jo... José?-Escuché entonces decir a la joven con una voz que me resultaba muy conocida. -¿Eres tú?-prosiguió.

-¿María? Si, soy yo. –Le respondí lleno de gozo, aún en la situación en la que me encontraba.

-Con que tú eres el famoso José... –Dijo el hombre, al parecer el padre de María. –Desaparece ahora mismo de aquí. –Terminó, dispuesto a lucha por su hija.

-Lo siento, pero no puedo. –Respondí respetuosamente. –No puedo soportar el ver que alguien está golpeando a una joven, peor aun si la conozco, y peor aún si la amo. –Terminé en tono desafiante.

-Jovenzuelo insolente, si no te apartas serás tú el golpeado. –Me respondió en tono amenazante.

-Si tengo que recibir aquellos golpes por su hija lo haré gustoso, pero entienda que no me iré de aquí. –Respondí desafiándolo. –¿O es que acaso me envidia?

-¿¡Envidiarte!? ¿Por ser un maldito insolente? –Respondió furioso.

-No, envidiarme por tener el amor de su hija, el cual usted nunca consiguió completamente, envidiarme porque ella desea estar con un hombre al que nunca ha visto y no con su familia. –Respondí en un tono que lo invitaba a golpearme. –Vamos, golpéeme, ¿no era eso lo que iba a hacer si yo no me apartaba?.

Pude ver como su voluntad flaqueaba, de seguro con mis palabras lo había herido fuertemente en su interior, pude sentir como una insoportable pena irradiaba de él junto con un gran odio que sentía hacia mi además de la impotencia que sentía de no poder hacer nada porque ya los golpes no solucionarían nada. Aproveché ese momento de duda tomando a maría por el brazo y comenzando a correr le dije:

-Corramos, tal vez mas tarde podamos conversar con tus padres de manera civilizada, pero ahora si seguimos aquí no hará más que empeorar todo. Escapemos por mientras, ellos no podrán dar aviso de desaparición por 48 horas y de secuestro tampoco porque tu lo hiciste a voluntad.

-Tienes razón, -contestó mientras corría conmigo –escapemos por ahora.

Entonces pude ver como reaccionaba después de el shock su padre y comenzaba a correr tras nosotros, tendríamos que aprovechar nuestra juventud y encontrar algún lugar donde escondernos por un rato antes de dirigirnos a algún otro lugar. Entonces se me vino a la mente el museo, de seguro estaría lleno de gente además de ser un lugar muy grande lleno de escondrijos.

Confiando en ello nos dirigimos al museo y entramos rápidamente mezclándonos con la gente y observando que hacía el padre de María. Este entró y comenzó desesperadamente a buscarnos y a introducirse en la multitud, lo que aprovechamos para volver a salir sigilosamente del museo y dirigirnos corriendo hacia el metro, al cual nos subimos rápidamente con dirección hacia mi casa, aunque realmente no íbamos para allá, pero teníamos que alejarnos de los padres de María sin salir de lo conocido.

Entonces por primera vez en mucho tiempo estuvimos juntos los dos, solos.

Nos miramos intensamente durante mucho rato sin percibir que sucedía a nuestro alrededor. Estábamos ya en una plaza cerca de mi casa, pero no importaba en lo más mínimo donde estábamos, pues lo que realmente importaba en aquel momento era que estábamos juntos. Nos miramos, como intentando cada uno de convencerse que estábamos juntos por fin, que el otro existía y que el amor era real. Entonces ella dio el primer paso y se acercó lentamente a mi, pasando sus brazos por mi espalda, yo la seguí y acercándonos lentamente pudimos sentir el aliento del otro, en un segundo nos transmitimos mil cosas y sentimos miles de sensaciones, todas unidas por un beso, el primero.

Texto agregado el 24-04-2007, y leído por 97 visitantes. (0 votos)


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