Me aferro a la guitarra, al cigarro, araño las cuerdas, me retengo hasta en los libros para no llegar a mi ser, para no ver la blanca y cuadriculada vida, permanente desgracia, me niego en cada cosa que hago, me niego trabajando, sonriendo me niego. Digo NO SOY cada vez que hago lo que quiero y lo que no quiero. Me niego tanto que me creo como algo que no es, pero después de todo algo. Y cuando al fin me miro en el espejo, veo ese cuaderno vacío que soy y lo sostengo entre mis falsas manos. Enloquecido y morboso empiezo a escribirme, plasmo ilusiones en mi cuerpo y alma; y ya mi existencia es un cuaderno lleno de tinta-ficción, de diversos colores, miradas y encantos, de tristeza de acordeones, luna y humo. Me rayo trabajo en el dedo meñique del pie, después lo tacho y escribo algo más largo pero (más) aburrido; coloco en mi espalda, pecho y piernas palabras grandes como Redolés, Yancito y lluvia. Y en las orejas me pongo tapones, ¡listo!, soy humano nuevamente, un cuadernito con todo todo, con amor odio hastío y río; camino con un rostro y un corazón y mi cabeza es extrañamente más liviana. |