Pepe llegaba tarde a todo. Eso lo cohibía, lo frustraba y caía en terribles depresiones. Cuando quiso colocar un negocio de abarrotes, antes que abriera las puertas de su flamante local, un enorme supermercado inauguró sus instalaciones, con convenientes ofertas, que hacían poco viable la permanencia de un negocito modesto. Por lo que debió desistir de tal idea.
Luego intentó colocar una peluquería, pero antes que la inaugurara, un cantante famoso implantó la costumbre de raparse al cero, lo que la gente acató con alocada obsecuencia. Nuevo fracaso.
Trató de irse a la segura y y se empeñó en vender tumbas, pero en ese mismo momento, los científicos descubrieron una enzima que aumentaba la existencia de los hombres, por lo menos unos veinte años más.
Y así, todo lo que Pepe intentó comercializar, encontró la contraparte de alguien que contrarrestaba las ocurrencias del pobre hombre.
Por lo tanto, Pepe discurrió hacer con su vida, algo que para los demás fuese imposible de homologar. Dicho y hecho, se encerró en su habitación, abrió la llave del gas y se tendió en su lecho para esperar una dulce muerte.
Al otro día, su cadáver fue encontrado por los vecinos, quienes dieron cuenta a la policía de tamaño hallazgo.
Los peritos dictaminaron que un repentino ataque cardíaco había acabado con su vida. El gas había sido suspendido esa misma mañana por no pago de la cuenta…
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