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LA AGENDA.

Se despertó a las siete de la mañana como todos los días. Se acicaló con esmero, mezcló la colonia Paco Rabbane con otro conjunto de potingues: exfoliantes, antiojeras, reparadores, antioxidantes, etc… Se puso un traje Gucci de 800 euros, se anudo su corbata Armani de 200 y se calzó sus zapatos de piel de ante, diseñados por Caramelo a su medida por 1200.

Ordenó a la asistenta; que la mujer que yacía en su cama fuera convenientemente invitada a desayunar, y después la acompañara con cierta cortesía a abandonar la casa. No le gustaba repetir chica dos noches seguidas. A las mujeres les gustaba el oropel y su dinero; a él la variedad.

Sonrió; Hoy sería un gran día, tenía un cliente que le ofrecía 300 millones de Euros para que los invirtiera. Funcionaría como siempre, 50 millones irían directamente a su cuenta personal para después repartirlo a familiares y testaferros, por sí las cosas iban mal. El resto lo invertiría en Futuros; una fascinante forma de juego, azar e informaciones privilegiadas que le permitirían alcanzar una gran rentabilidad.

Su primer gran negocio fue ENRON, una empresa americana que quebró cuando sus acciones cotizaban a su mayor valor en bolsa; debido a su contabilidad “imaginativa” y a sus auditores “perfectamente” preparados. El vendió a tiempo; un soborno de 30 millones de Euros le hizo ganar 400; ese era su trabajo.

Sonó el móvil, tenían el resultado de las pruebas médicas. Retrasó la cita a la tarde; la mañana era complicada; A las diez; partido de Golf con el dueño de un Banco de inversiones, a las doce; almuerzo con un cliente.

El médico habló mientras jugueteaba con el bolígrafo: “Hemos detectado un Cáncer de Colon con metástasis muy avanzada.”. “Es demasiado tarde, no se puede hacer nada”. “Quizás le quede un mes, quizás menos.” El sonrió, le dio la mano al médico y se marchó tenía una cita. “Mejor no decírselo nadie.”-pensó. No podía permitir que una enfermedad interrumpiera su agenda. La brillantez era su divisa. Decidió viajar en Metro, necesitaba pensar. Se sentó, en uno de los asientos del vagón y comenzó a leer en el periódico esas trágicas noticias de todos los días. Esas rutinarias tragedias que acompañan la existencia del ser humano.

Entró en el vagón uno de esos cantantes callejeros, que cantan, mientras piden de vagón en vagón. Empezó a cantar, una canción de Serrat, acompañado con los acordes de una vieja guitarra. El levantó los ojos del periódico para observar a quién amenizaba el viaje. La canción decía: “... de vez en cuando la vida te da un beso en la boca y a colores se despliega como un atlas...”.

Entonces, miró a la mujer que tenía enfrente. Está comenzó a sonreír, y, poco a poco, esa sonrisa se fue transformando en una carcajada contagiosa. Los del vagón, se miraron sorprendidos unos a otros. Al principio; serios y con cara de asombro. Después, sonrientes, observando como la mujer intentaba frenar sus carcajadas por todos los medios posibles, pero eso; sólo provocaba mayor hilaridad. Un joven sentado al lado de ella, no pudo más y comenzó a reír también. Lo que contagió inmediatamente a la chiquilla que estaba al lado de la puerta. En fin, en un abrir y cerrar de ojos, todo el vagón estaba sumido en carcajadas. Todos se reían, sin saber bien porqué. Hasta nuestro protagonista se desternillaba de risa. La risa se había ido contagiando de unos a otros, hasta formar ese frenesí final en que todos lloraban y eran incapaces de dejar de reír porque cuando se miraban más se tronchaban de risa.

Era asombroso, ver a personas tan diferentes reírse juntos, pero el hecho, era que veinte personas que no se conocían de nada, que jamás habían hablado entre ellos, se reían juntos.

El metro se detuvo y se abrieron las puertas. Esto provocó que bruscamente se detuvieran las carcajadas y todos se quedaran mirando. Por las puertas, entró una joven pareja; que al ver a todo el mundo mirándoles, se detuvo. Esto provocó, otra vez, las carcajadas. La pareja se miro sorprendida, preguntándose porque los del vagón se reían. Esto indujo mayor hilaridad en los del vagón, que se doblaban de risa ante el asombro y la estupefacción de la joven pareja. Los jóvenes, poco a poco, transformaron ese primer gesto de asombro en un gesto de miedo e incredulidad. Lo que provocó que las carcajadas fueran, aún si cabe, más sonoras. La pareja les miraba a los del vagón, como si estuvieran locos, incluso hicieron el ademán de buscar una cámara oculta que explicase la actitud de sus compañeros de viaje. Al final, se bajaron en la siguiente parada huyendo de ese grupo de locos.

Ninguno de los del vagón fue capaz de bajarse en su parada por el ataque de risa múltiple, y más cuando veían las reacciones de los que entraban en el vagón; al verlos a todos muertos de risa. Al final consiguió bajarse del vagón. Hoy era un gran día. Decidió no darle a la muerte más importancia que una anotación en su Agenda.

Odiaba las películas lacrimógenas en que a un hombre le diagnostican una enfermedad terminal y cambia su forma de vivir. “Era absurdo”- pensaba- “Uno debe morir como vive.” La muerte no vararía su agenda; así que anotó 21 de mayo:
8:00 Desayuno con Director de Banesto; 9:30 Partido de Golf; 12:00 Morir.
La muerte sí era consecuente sólo podía ser una cita en la Agenda. Los ataques y el dolor, fueron creciendo desde quince días antes. La morfina le calmaba. Hubo una cosa que le molestó de sobremanera; la muerte le llegó a las dos de la tarde, con una lamentable impuntualidad; y sí había cosas que odiaba verdaderamente era que le hicieran esperar.


Texto agregado el 23-04-2007, y leído por 152 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
07-06-2007 Interesante; pero, personalmente, pienso que deberias seguir puliendo un poco la historia. a--
14-05-2007 El texto me atrapo me gusta el dominio y caracteristicas de la historia es bueno decir detalles de el personaje. ¿Quien no odia la impuntualidad o que lo hagan esperar?Sus 5* lovecraft
06-05-2007 Ojalá todos pudiéramos hacer como este tipo. Me gustó muchísimo el cuento, la parte de la pareja en el subte está puesta en el lugar exacto, con ese mensaje entre líneas que asombra, da un respiro y enmascara el final. tiresias
25-04-2007 Me agradó mucho este cuento, se lee con mucha facilidad. OMENIA
 
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