-¡Míren!
Y todos abrieron los ojos
Todos se sorprendieron, ya que, seamos francos, nunca habian mirado.
-¡uau! ¡cuántos colores!
-¿Cómo? ¿cómo puedes saber lo que son los colores?
Sospechó que ése, ése de ahí, había abierto los ojos en alguna otra oportunidad, sin que nadie se lo dijera, y ahora se hacía el sorprendido para alejar de sí cualquier posible sospecha.
Bajó de su lugar distinguido y, con solo levantar su mano derecha en un gesto de manos al azar, que gracias a la posición del sol quedaba disfrazado como un símbolo de autoridad, abrió paso entre la multitud hasta llegar al sospechoso.
Parado frente a él, dijo
-¿Qué es eso de los colores?
-este... disculpeme, señor... es que... escuché a alguien hablar de eso... creo que, lo leía de un libro.
-mmm... ¿es eso cierto?
y hubo un largo silencio... digamos de media hora. Finalmente se cansó y dijo
-carajo... ¿saben que? ya me siento estresado por hoy. Me voy.
Y salió, cerrando las rejas con llave. Detrás quedaron todos en silencio, mirándolo.
-ah, pero no pueden mirar mientras yo no estoy, asi que será mejor que cierren los ojos.
Y se fue.
Tomó agua del río, y, actuando con rapidez ante la oportunidad, capturó un pez.
-mmm... delicioso... con solo pensar en todos los nutrientes que este bello animal posee...
Y lo comió lentamente.
Luego se echó a dormir, arrollado sobre sí mismo.
Jornada siguiente; abrió las rejas, entró, cerró las rejas y como no quería caminar entre los durmientes (evitando hacer ruidos para despertarlos), gritó;
-¡Todos levántense! ¡Y canten la canción que escuchaba cuando era chico!
Todos se levantaron y cantaron desordenadamente la canción.
Se subió a su lugar distinguido, pero se alarmó mucho cuando descubrió allí a una pareja haciendo el amor.
El muchacho era el que había hablado de los colores, y la muchacha era... bueno, era en realidad la única muchacha que quedaba.
-¿¡Qué?! ¿qué se supone que es esto?
Sacó de su bolsillo derecho su arma asesina y la mostró claramente.
-O se van, o los mato
-Si nos mata no nos iremos, nos quedaremos rondando por aquí en forma de espíritus desconformes.
No solo los mató, sino que se dispuso a comer algunas partes del cuerpo de la muchacha.
Los espíritus quedaron allí, con una expresión clara de desconformidad.
-Se lo advertimos
Dijo el espíritu del muchacho.
El de la muchacha dijo, contrariada
-¡¿Que le está haciendo a mi cadáver?!
-¡Cállense!, y vuelvan con los demás, como corresponde.
Obedecieron. El que los mató asomó y dijo claramente, mientras se reubicaban
-Y que sean desconformes o no me importa muy poco, después de todo, aquí no hay nadie conforme, ni yo.
Y, con la mente un poco alterada aun, los ojos duros, siguió masticando distraídamente el cuerpo.