EL POETA DEL TREN


Estaba enamorado de aquella chica, de eso estaba seguro y quería conseguir su amor aunque tuviera que salvar varios obstáculos. No destacaba en los estudios, tampoco en el deporte, su figura no era agraciada, ni tocaba en un grupo de rock.

Pensaba qué podía hacer para llamar su atención, y concluyó en hacer una poesía y dedicársela.

Empezó a escribir versos y más versos para luego tirarlos a la papelera, pero no se dio por vencido, siguió practicando en sus ratos libres, su técnica iba mejorando.

Un día guardó sus mejores obras en una carpeta, las leía y releía una y otra vez, pero no creía haber hecho aún la poesía perfecta, aquella que conseguiría conquistarla.

Pasaron unos meses cuando se sorprendió en el tren ocupando los veinte minutos de ida y los veinte de vuelta en plasmar en papel los versos. Faltaban cinco minutos para su parada cuando terminó uno de sus mejores poemas. Levantó la mirada y vio a su lado a una joven aproximadamente de su misma edad. Se puso colorado preguntándole si podía recitarle la poesía…

- Tan sólo me gustaría saber si le gusta o no- le dijo a la joven.
- Está bien- respondió con amabilidad- puede leerla.

Cuando terminó la buscó con la mirada y al ver su sonrisa se dio por satisfecho.
Desde aquel día cada vez que viajaba en tren buscaba una chica para leerle una de sus poesías. También sería interesante que supiesen que sus poemas eran de gran calidad literaria. Pero él no lo sabía, sólo estaba obsesionado por saber cuál de ellas era la mejor para recitársela a la chica de sus sueños.

Sin saber el porqué, cada vez tenía más facilidad para encontrar chicas en su trayecto. El caso del poeta del tren iba de boca en boca. Muchas chicas subían al tren en el horario que él lo hacía para ver si tenían la suerte de que aquel maravilloso chico les recitase poesías nunca antes oídas por nadie.

Por fin creyó tener la poesía perfecta para lograr sus fines. Esa noche soñó con ella.
Le recitaba su poesía y ella se lanzaba a sus brazos y le besaba largamente.

Se despertó. El Sol empezaba a aparecer. El día señalado parecía perfecto. Se levantó, se lavó, se vistió con sus mejores ropas y después de ensayar delante del espejo una docena de veces, cogió sus pertenencias para pasar el día y salió a la calle silbando su canción preferida. Los nervios le oprimían el corazón. Se iba diciendo que todo le funcionaría a las mil maravillas.
Ese día no recitó ningún poema. Sin él darse cuenta muchos ojos se preguntaban qué le pasaba hoy al poeta del tren. Nadie había sido la elegida. Mientras, su mente estaba en otro lugar.

Al llegar, enseguida la vio. Brillaba más que ninguna. Casi siempre había alguien hablando con ella, a su lado o por los alrededores. Eso a él no le extrañaba ya que ella era una chica muy atractiva. Parecía simpática y siempre tenía algo que contar. Era la chica más popular, volaba por encima de los demás. Él no dejaba de observarla, no se cansaba de hacerlo.

De repente se percató que se había quedado sola y se dijo: Éste es el momento que estabas esperando.
“Adelante muchacho ahora o nunca”
Se acercó a ella y mirándola a los ojos le dijo:

- Brillas por encima de todas las luces…
- Pero ¿Qué quieres? ¿Qué dices? … Será idiota…

Él no oyó más. Su corazón lloraba y le inundaba una terrible tristeza. Intentó pasar el día lo mejor que pudo, pero estaba ausente de todo.

Por fin llegó la hora de volver a casa. Se subió al tren aún maldiciéndose por la estúpida idea que había tenido. No recitaría más poesías en toda su vida. Tomó asiento en el tren. Cerró los ojos y apoyó su cabeza en el vidrio de la ventana.
Una muchacha se sentó delante de él. Enseguida se dio cuenta de su tristeza y le dijo:

- No abras los ojos.
- No pensaba hacerlo. Hoy no es el mejor día para entablar conversación con nadie. Hoy no existo.
- Claro que existes y yo creo que es un momento muy oportuno...
CREO QUE ERES UNA ESTRELLA QUE HA SALTADO EN UNA NUBE Y SE HA QUEDADO SIN LUZ.
- ¿Cómo dices?
- Creo que tienes un…DÍA NUBLADO Y QUE NUBES DESILACHADAS ESCURREN AGUA SOBRE tu corazón.
- No puede ser cierto lo que oigo.
- NO SIENTAS PENA, NO DETENGAS MI VUELO AL MUNDO DE LA LUZ, un mundo que sólo tú me puedes iluminar.

A estas alturas todo el interior del chico estaba excitado intentando saber quién podía ser aquella maravillosa criatura de la que salían increíbles y mágicas palabras. Tenía unas ganas enormes de abrir los ojos, pero no lo hizo.
- ¿Te conozco? Tu voz no me suena.
- Una vez me leíste un bonito poema en este mismo tren, pero no oíste mi voz. Sólo viste que me sonrojaba…
ME APETECE QUE ME BAJES LA LUNA.
ME APETECE UNA PALADA DE ESTRELLAS.
ME APETECE UN COLCHÓN DE NUBES.
ME APETECE UNA ESCOBA DE VIENTO PARA QUE BARRA DE MI CABEZA ESOS MIEDOS LOCOS QUE ME ATORMENTAN.
Y LO QUE MÁS ME APETECE ES SENTIR EL CALOR DE UN ABRAZO AMIGO, tu abrazo.

Él, sin abrir los ojos, la buscó y la abrazó.
-¿Cómo te llamas?
- Marimar.
- Quiero que tus aguas inunden mis costas. No me importa que sean de mares, de lagos, de ríos o de lluvia. No me importa que sea salada o dulce, lo que quiero es compartirla contigo. Compartir tus versos y mis silencios, tus miradas y mis tormentas, tus miedos y mi luz.
- No prometas más allá de tu parada, poeta del tren, que la vida es larga.
- Sea corta o larga yo la quiero pasar a tu lado.
- ¿Es verdad eso? Abre los ojos y dime que ves.

Abrió los ojos y vio a una chica de una agradable sonrisa.

- Mírame a los ojos y en ellos hallarás la respuesta.

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La mayoría de las veces quien más luz desprende para que se le acerquen, se queda sin ella. Su interior está casi oscuro. Al acercarte ves lo grande que es su sombra.

Lo más importante no es cuándo ni cómo empiezas, ni cuándo ni cómo acabas.
Lo más importante es el recorrido y cómo lo has trazado.

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Quiero dar las gracias por el pulido del texto a:
CLARALUZ