Vamos, adelante!
este barco va a partir.
Entre sus velas lleva dibujado el ocaso
y sus anclas, inmoladas de miedo
por fin comienzan a elevar,
por fin han decidido dejarnos ir.
Las aguas, escarlata
acarician nuestro barco
lo cuidan, lo protegen
y lo guían hacia el fin.
Hacia la muerte conspicua,
la silueta verde de gabo
esa realista y mágica
sutil y serena,
esa justiciera milenaria
que por fin asoma su mirada
acusa su presencia,
y nos vuelve a acariciar,
nos quiere ver partir.
¡Ven!, acércate
quítate las vendas para observar
tómate de las manos de la confianza
que oportuna siempre nos acoge
nos da fuerza, nos da fe...
¡Ven!, no tengas miedo
la brisa marina esta llegando
y las gotas infinitesimales
viajan a través del tiempo
para llegar a ti,
para llegar a mi...
¡Ven!, los temores se han disipado
el pasado se ha quedado en la última descarga
este barco esta listo, por fin abordado
esta preparado para zarpar,
y llevarnos al sentir.
Suenan las campanas de la iglesia
y las almas en el puerto
nos alientan a marchar,
los cantos de esperanza,
y la fuerza de la convicción
acurrucan a este propósito blanco
y tiñen nuestras velas negras, de color.
¡Ven! Ya es hora,
solo quedamos nosotros dos
es preciso abrazar al acompañante omnipresente.
Aquella figura que nos presentó
esa cálida noche de septiembre.
En las aguas del puerto
se dibuja su significado
y el viento, en esta ultima parada
susurra su nombre
y lo convierte en lo esencial,
en lo más importante, en lo etéreo.
En ese cosquilleo rebelde
que viene con el recuerdo,
y se nos queda con la calidez.
Que nos abraza desde el horizonte
y nuevamente, entusiasmado
nos vuelve a dar la mano
para que guiados del alma
por la preciosa estela nocturna
de la luna llena en el mar,
nos miremos a los ojos
y en este último intento,
se rompan los cabos
y naufraguemos seguros
en alta mar,
prontos a descubrir
el significado de este viaje,
de este comienzo, del último fin.
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