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LA CANCIÓN QUE ACARICIA AL SILENCIO


Ángel estaba más triste de lo que era habitual en él, secaba sus perezosas lágrimas transparentes con un fino pañuelo de papel ¿Cómo podía ser que algo que le gustaba tanto se le diese tan mal? Antes incluso de tener uso de razón, la música le hacía sentir bien. Con el tiempo se dio cuenta que lo que más le gustaba hacer en este mundo era cantar y aunque reconocía no tener facultades para ello pidió a sus padres estudiar algún instrumento. Ellos dieron su consentimiento.
Al poco tiempo supo leer música como el que más y pronto dominó el piano y la guitarra como si fuesen partes de su propio cuerpo, pero eso no le terminaba de complacer. Lo que nadie sabía era que cuando tenía la más mínima oportunidad, se escondía de todos, se iba dónde los oídos no llegaran a oírle, para poder cantar y sentirse bien.
Continuaba siendo consciente que lo hacía horrible y más sabiendo tocar los instrumentos cómo lo hacía. Sí, estaba más triste de lo habitual pues cada vez le era más difícil encontrar lugares en los que poder cantar lo que su interior le pedía, pero aquel día había sido el no sumum.
Varias chicas le persiguieron sin que él se diese cuenta; cuando creyó estar a salvo de cualquier oído, cantó con toda su alma y fue cuando le salieron no uno sino varios gallos seguidos que además fueron acompañados de sendas carcajadas y risas. Se fue corriendo de allí llorando la mala suerte que había tenido, no sólo porque unas chicas le habían oído cantar fatal sino porque entre ellas estaba la que le gustaba.
A raíz de eso se volvió muy reservado, procuraba no decir palabra alguna por miedo a que los gallos apareciesen de nuevo, lo que ocurría cuando menos lo esperaba.
Al poco, no fue el único de su clase al que le estaba cambiando la voz, por lo que de tanto en tanto podía escuchar algún gallo que no era suyo.
En cuanto tenía ocasión seguía encerrándose entre las cuatro paredes de su habitación y descargaba su furia en las teclas del piano sonriente o en su amiga la guitarra con curvas de escándalo.
Poco tiempo después, se imaginó cantando entre las notas de sus instrumentos sin que la voz saliese de su interior. Tocó muy bellas canciones que incluso acompañó de bonitas letras con voz silenciosa.

Hacía conciertos en los que intercalaba temas de piano con canciones a la guitarra, y mientras tocaba, nadie sabía que se mordía la lengua para no cantar.
Se le ocurrió incluir en sus recitales a una cantante. Ya que él no podía hacerlo, que cantase alguien por él. Hizo un casting y resultó que la chica que le gustaba, tenía la voz más bonita que había oído nunca y la contrató.
Los conciertos tenían mucho éxito, siempre se agotaban las localidades.
Despertó un día con unas ganas especiales de cantar. No lo había hecho desde aquella vez en que hizo el ridículo delante de aquellas muchachas. Aún tenía pesadillas y en ellas su voz le jugaba malas pasadas mientras la chica de sus sueños se reía de él. De todas formas aquel suceso no había acabado con sus ganas de cantar.
Aprovechando que tenía el día libre, en pocos minutos se organizó una excursión. Iría a la montaña más alta de los alrededores y cuando creyese que estaba lo suficientemente alto para no molestar a nadie, cantaría con todas sus fuerzas.
Metió en una mochila todo lo necesario para pasar el día fuera sin olvidarse de unos tapones para que su voz no taladrase sus tímpanos.
Subió y subió montaña arriba. Cuando sus fuerzas eran escasas, con un poco de imaginación pudo hasta intentar hacerles cosquillas a las nubes. Se sentó y escuchó durante unos minutos el sonido del silencio. Recordó la cita: Es mejor ser dueño de tus silencios, que esclavo de tus palabras.
“Yo he sido dueño de silenciar mi voz” pensó.
Culpable de encerrarla y no dejarla salir pero decidió que aquella tarde la dejaría libre.
“Hoy será el último día que mi voz cante” se dijo a si mismo.
Decidido buscó en la mochila los tapones para sus orejas, sin prisas se los colocó. Saboreando su gran momento, quiso hacer que durara y se puso en pie lentamente. De golpe, y sin haber avisado al silencio, este se rompió. Su voz se alzó en vuelo y eso hizo que se sintiese bien. Por suerte, pensó, estos tapones son fabulosos, no me oigo nada.
Estuvo mucho tiempo cantando las letras de las canciones que siempre habían bailado en su interior hasta que se sació entonces se sentó dispuesto a oír de nuevo el sonido del silencio. Se quitó los tapones de sus orejas y, de repente oyó algo. Le prestó más atención y le pareció maravilloso, era como si cantase un ángel. Se desorientó, no daba crédito a lo que estaba pasando, esa voz cantaba sus canciones. Fue entonces cuando se dio cuenta, era el eco de su propia voz que llegaba hasta él rebotando.
No pudo reprimir las lágrimas y esperó a que el eco cesase de llegar hasta él. Se puso de nuevo de pie y cantó tan alto como pudo sabiendo que las montañas le harían de coro. No se lo podía creer ¿Esa era su voz? ¿La que la tenía escondida por miedo a que se riesen de él?
Bajó contentísimo la montaña. Pensaba guardar la baza de su voz para un momento oportuno.
El momento llegó meses después. Todo el local estaba lleno de gente que había pagado sus localidades. Esperaban ver al brillante pianista y guitarrista acompañado por la dulce voz de la muchacha. Ésta llegó con mucha fiebre al concierto, no dejaba de estornudar, estaba congestionada.
-Ve a casa y cuídate- le dijo él.
El concierto tenía que empezar. La preocupación por el estado de salud de su cantante hizo que no se acordase que las cámaras de la televisión iban a retrasmitir el concierto en directo. Se alzó el telón, las luces le iluminaron.
Cogió el micrófono para informar del percance de la cantante. Dijo que no quería suspender el concierto, que intentaría hacerlo lo mejor posible pero que sí aún así, al terminar el concierto, alguien estaba descontento de su actuación, que personalmente les devolvería el importe del coste de la entrada.
Se oían todo tipo de cuchicheos entre el público ¿iban a escuchar todo un concierto sin que nadie cantase las bellas canciones?
La muchacha llegó a su casa, encendió la televisión, se metió en la cama y con el mando a distancia buscó la cadena en la que se estaba retransmitiendo el concierto.
Los ojos casi se le salieron de sus órbitas, él no sólo estaba cantando sino que lo hacía muy bien. Se preguntó: ¿Si canta así por qué me tiene contratada? Decidió hablar con él sobre el tema lo antes que le fuera posible.
El concierto fue todo un éxito. Nadie reclamó el dinero de su entrada.
Los titulares que se pudieron leer al día siguiente hablaban del nacimiento de la voz de un ángel.
Desde aquel día su voz era una buena alternativa al silencio.
Una vez al mes se acercaba hasta sus amigas las montañas y les permitía que le hiciesen de coro.
No, no subía sólo, subía acompañado de una muchacha que no sólo se había enamorado de su voz, también se había enamorado de él. Después de un concierto lo estuvo esperando durante dos horas. Cuando él salía del estadio, se la encontró, vio su sincera mirada y la invitó a tomar algo.
Al poco tiempo se hicieron pareja.
Mientras, la muchacha con preciosa voz, encerrada entre cuatro paredes se recriminaba la pérdida de un amor que pudo ser y no fue.

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Quiero dar las gracias por el pulido del texto a:
CLARALUZ

Texto agregado el 22-04-2007, y leído por 175 visitantes. (0 votos)


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