TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / Hada_Cordobesa / °De Verdades y Mentiras (Parte III)° (A Estulticia)

[C:284719]

Capítulo III

Marcela estaba sentanda en una banca, tenía los ojos muy abiertos e hinchados, parecía tener horas sentada en la misma posición después de un llanto intenso y desgarrador, abrazaba sus largas piernas blancas con aquellos delgados brazos transparentes, tenía los labios entreabiertos y aún quedaban indicios de algunas lágrimas; me acerqué, no la conocía pero algo me atraía hasta ella:- ¿Estás bien? - Pregunté mientras ponía una mano en su hombro, ella me miró ausente y después de unos segundos de reacción, soltó una pequeña y encantadora sonrisa que me cautivó, mientras bajaba la mirada recorriendo mi cuerpo de pies a cabeza y fijando sus ojos miel en los míos:
-Sí, gracias... discúlpa, creo que ya es tarde y debo irme - dijo al fin;
- Está bien, si quieres puedo acompañarte... no creas que soy un violador, un ladrón o un secuestrador, solo que parece que estás un poco triste o ausente y quizá necesites un poco de compañía para distraerte, ¿cómo ves? - dije con la sensación de que mi cara se iba poniendo caliente y apretada; ella fijaba sus ojos aún con esa mirada perdida en los míos, ahí supe que en realidad no me estaba escuchando y quizá tampoco se hubiera dado cuenta que yo estaba completamente apenado y ruborizado;
- Está bien - Dijo mientras estiraba las piernas y los brazos. Se levantó y la llevé a unas cuadras cerca del parque, su departamento estaba muy cerca pero parecía estarlo aún mas con aquél caminar rápido de Marcela.

Una sirena se escucha aún cuando cierro los ojos y a ratos, es como volver a aquellos días y subir de nuevo con Marcela envuelta en vómito y sangre, la mascarilla de oxígeno que me cubre la cara no me deja respirar, mirar o sentir... solo puedo fijar la vista a una pequeña luz intermitente que me jala el párpado de vez en vez y a los lejos, muy lejos de aquí, una voz imperceptible dice algo, yo solo quiero dormir y dejar de pensar en aquél andar, en aquellos bostezos seguidos de un estiramiento corporal parecido al de un gato somnoliento, poder cerrar los ojos y no mirar esos rizos rojizos cubrir mi piel, aquella que primero envolvería y después arrojaría al piso en medio de patadas y puñetazos... Marcela, el suave líquido cobrizo que llena mis venas de miel, hoy escapándose... Marcela, la pureza y la traición hecha mujer, el amor y el infierno unidos en un solo ser, con la sonrisa mas hipnotizante, grata y a la vez desquiciada que me llena de terror y me frustra el corazón... Marcela la gloria y la guerra, el amor vendido al genocida y la pudredumbre transformando el sentimiento en esta porquería... Marcela y la sirena, Marcela y los colores, Marcela y la música de aquél bar, Marcela bailar desnuda para terminar amándonos, odiándonos, golpeandome y acariciandome el alma, Marcela... la salud y la enfermedad, veneno y el antídoto, droga y abstinencia, alcohol, sudor, tabaco, hiel... Marcela, siempre Marcela... por siempre Marcela...

-¡¡¡No puedes pasar Javier!!!... ¡mira que ella no esta bien!... ¡Javier no puedes entrar!- gritaba su madre atrás mío mientras subía apurado las escaleras hasta su habitación. Una puerta cerrada bajo llave, el lamento dormido casi por completo, el quejido doliente de un ser que pide clemencia y mis gritos de impotencia que optaron por acallarse y derribar la puerta que nos dividía, para encontrarme con un esquelético y desnudo cuerpo blanco envuelto en una recortada cabellera rojiza y las manos... esas manos que antes habían cubierto mi piel de caricias perfectas en lugares idóneos, ahora escondidas en su sexo sangrante, en un primer instante pensé en su periodo, pero al verla desnuda y mojada, enroscada y jadeante mi mente se llenó de horror y solo atinó a levantarla y cubriéndola con una sábana sucia bajé los dos pisos para llevarla al hospital, pero la calle se encontraba en penumbras y la madre de Marcela ya estaba llamando a la ambulancia; me senté en la banqueta con ella en brazos y pasé mi nariz por su cara mientras le decía cuánto la amaba, ella tenía aquella mirada perdida en el cielo y los labios entreabiertos.

Y ahí estaba yo, parado a media cuadra del bar viendola sacarse la cabellera del abrigo negro y buscar en su bolso el labial antes de entrar, lleno de sangre y morfina, pensando en que si entraba me recordaría toda la vida, con el olor a moho, tabaco y alcohol, lleno de polvo y adolorido pero seguro de mí como nunca antes, viendo aquella mirada perdida y esa prisa segura en cada paso mientras atravesaba el umbral iluminado del bar...

Continuará...



Texto agregado el 08-03-2007, y leído por 21 visitantes. (3 votos)

Lectores Opinan
2007-03-08 21:14:38 Esto se pone cada vez mejor. Te sigo. tiresias

Texto agregado el 22-04-2007, y leído por 208 visitantes. (2 votos)


Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]