Texto número 49 para el 12º Asalto del Club de la Pelea.
Categoría: Prosa
LA ULTIMA APUESTA
Revisó sus bolsillos sólo le quedaba una miserable ficha.
Vacilante, la tiró sobre el tapete. Ni siquiera se fijó en que número cayó.
Era feliz, antes. A veces se tendía sobre el sofá y disfrutaba de un buen trago.
Orgulloso miraba a su alrededor -¡Claro que sí!- Tenía un buen pasar.
La esposa pertenecía a no sé que círculo de ayuda. Sus hijos asistían a los mejores colegios
Fue en aquellas vacaciones que se despertó su adicción.
Jamás había pisado un casino.
¡Diversión, se decía, sólo por diversión! Juntaba las fichas ganadoras y se retiraba.
Después se transformó en una necesidad Le agradaba ese sabor a adrenalina que le inundaba el cuerpo y el ruido característico de las máquinas, el murmullo de a gente que lo rodeaba y la voz del : “NO VA MAS” lo embriagaba.
-¡Es por que estoy de vacaciones!- se repetía.
Finalizado su descanso, retomó su vida habitual. Fue cuando empezaron la excusas.
-Querida, hoy tengo una reunión, no me esperes a cenar-
Despacio, como una tenue llovizna, fue cayendo en el pozo del vicio.
-Tendremos que achicar los gastos- dijo a su familia -¿Qué tiene de malo la escuela publica?- Ella asombrada preguntó - ¿Y los ahorros?- Están allí, no te preocupes, pero en la empresa hubo un recorte de gastos y habrá que cuidarlos, por cualquier cosa-
Pero sus noches se transformaron en ansias.
-Señor Marciel, habrá que revisar las cuentas, hay una importante falta de dinero- escuchó de lejos decir a su jefe. Tembló cuando este, sentenció. -Juntos haremos el trabajo-
Se secó su transpiración. Era el único que poseía la llave.
24 horas le dio para que todo estuviera en su lugar.
Desesperado vio como el croupier juntaba las fichas.
Salió a al balcón y estaba allí la dama de negro, con sus ojos sin brillo. Aplastó la colilla de su cigarrillo casi sin verla.
-Puedo ayudarlo- dijo con ronca voz y la única condición que impongo es que me firme estos papeles.
Y allí en ese mazo de billetes estaba todo. Sus ahorros, el faltante de la caja. Su solución.
Y entró de nuevo y apostó. Creía que lo recuperaría todo y lo duplicaría y una a una se le fueron de las manos.
Desesperado buscó en el mismo lugar a la dama de negro. Dispuesto a firmar otro recibo.
Ella esbozó una sonrisa mientras decía -¡Jamás entenderé a los humanos, nunca leen las letras chicas!- Y ofreciendo su brazo le dijo -¿vamos?-
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