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Los tubos fluorescentes parpadean hasta congelar el salón con un resplandor mortecino. La antigua peluquería surge de la oscuridad como una sala de espejos. Los objetos, orgullosos de su pasado noble, se acomodan con prolijidad sobre los estantes de vidrio desplegando una intensidad acerada. La pared descascarada sostiene a su pesar los retratos del fundador, Alfredo José Giovannini, su hijo, Alfredo Eduardo, y su nieto. Alfredo Tomaso Giovannini, quien me hace pasar abriendo la puerta en medio de saludos y gestos ampulosos.

-“ Esta navaja fue de mi abuelo, la tengo por cábala, no la uso. Bueno, la he usado alguna vez con algún cliente distraído porque no encontraba las nuevas. Pero me da pena usarla, mire el mango de nácar, el acero toledano... ¿Dónde va a encontrar algo así? Con esta navaja el abuelo afeitaba a don Ramón, el Gobernador de la Provincia. Lo afeitaba y le cortaba el pelo en su mismísima mansión. El chofer lo venía a buscar en un Buick último modelo, descapotable. El abuelo José se subía al auto como quien va a cumplir un mandato de los cielos. Todos los instrumentos impecables, limpios, desinfectados en el esterilizador inoxidable, el chaleco con los ocho botones prendidos. Hasta que llegó el tiempo en que le temblaban las manos, el corte ya no era tan perfecto. Y don Ramón lo dejó de llamar. Esa fue la muerte del abuelo. Se dejó estar, cada vez trabajaba menos, abría tarde la peluquería y los clientes del barrio también se fueron alejando. Más o menos lo que me pasa a mí ahora, el sillón vacío, listo para atender, pero nadie viene, nadie”.

Luego del corte de rigor, con máquina eléctrica accesorio Nº 3, tijera y navaja para patillas y pelusa, le dejo a Alfredo veinte pesos, que incluyen dos de propina. Lo saludo y me da un beso en cada mejilla al mejor estilo siciliano. Me siento a tomar un café en el bar de la esquina y tomo de una repisa el diario de unos meses atrás, que por su aspecto ajado y amarillento ya ha sido utilizado como secaplatos. Leo distraídamente entre los ruidos del bar y el sonido de la televisión:

Alfredo Giovannini liberado
Luego de pasar casi doce años en la cárcel y tres en un neuropsiquiátrico, el “Loco de la Navaja”, como solían llamarlo sus compañeros de prisión, quedó en libertad por buena conducta. Como se recordará, Giovannini – en un brote de demencia - degolló con su navaja al Gobernador de la Provincia, José Manuel Ustarán, porque éste le habría recriminado el haberle cortado una patilla más corta que la otra. Los diarios de la época narran el terrible momento en que Giovannini (...)

Pido la cuenta porque se me hace tarde y aún me quedan cuatro cuadras hasta las oficinas del diario. Antes de salir del bar me miro en el gran espejo que está detrás de la barra. Las dos patillas están exactamente iguales, el peinado: perfecto. Alfredo corta bien, realmente muy bien.





© RNPI Nº 155707 - Junio 2008

Texto agregado el 21-04-2007, y leído por 190 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
23-10-2008 muy bueno dice alfredo osvaldo giovannini. giovannini
21-04-2007 esta bueno urulandes
 
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